
Verónica Frisancho
Gerente de Conocimiento de CAF. Doctora en Economía de la Universidad del Estado de Pensilvania, y licenciada en Economía de la Universidad del Pacífico, Perú. Antes de ingresar a CAF, se desempeñó como economista principal del Banco Interamericano de Desarrollo.
Entrevista
El conocimiento, en cualquier banco multilateral de desarrollo, es fundamental por dos razones centrales: la primera, guiar las operaciones, guiar la cartera futura de cualquier banco de desarrollo, en el sentido de que la investigación y el conocimiento, en general, están adelantándose un poco más a lo que puede venir, justamente teniendo esa mirada de fuera del negocio y fuera del día a día. También, hay un pilar fundamental que le brinda el conocimiento al negocio, que es el de guiar el accionar actual de las operaciones, el apoyo técnico directo, bien sea operaciones que se están gestando u operaciones que están en marcha. Dependiendo de la institución, sea un banco de desarrollo con una gobernanza distinta a la de CAF, esto puede operar de distintas maneras. En el caso particular de CAF, lo que tratamos de hacer es tener una cercanía con el negocio, visto que no tenemos una forma de producir conocimiento transversal, sino que se aloja en un mismo lugar y, entonces, ese rol se vuelve aún más fundamental. Somos un área de servicio al negocio, de servicio a las operaciones y, en ese sentido, esa visión de conocimiento es fundamental para el operar de la banca de desarrollo.
El RED es el reporte insignia de CAF, es el reporte que concentra la mayor parte de los esfuerzos del grupo de investigación dentro del área de Conocimiento. Todos los años elegimos un tema fundamental de agenda de desarrollo de la región de América Latina y el Caribe y profundizamos en ese tema. Estos reportes lo que buscan hacer no es solamente un diagnóstico o una lectura de lo que dice la literatura al momento sino, sobre todo, tratar de profundizar en, dado el diagnóstico, cuáles son las políticas públicas adecuadas para la región. Un factor clave de nuestro reporte frente a reportes similares de instituciones hermanas es que es un reporte hecho desde y para la región. Tenemos esa visión muy cercana a los gobiernos, muy cercana a la realidad local de los países y también últimamente un foco incluso en el nivel subnacional, no solamente en el nivel nacional a la hora de pensar en política pública.
Creo que el RED está consolidado a través de los años como un reporte muy cercano a la realidad de la región. De hecho cumplió veinte años en el 2024. El reporte que hicimos celebratorio, ahora con esta publicación, hace ese trabajo de repasar el desarrollo de la región, no solamente los veinte años de RED, porque eso lo que tratamos de hacer, contribuir directamente al desarrollo de América Latina y el Caribe.
Creo que otro factor fundamental de nuestro reporte es que se convierta en un bien público para la región. Obviamente, en el proceso de generar el reporte, hay estudios que encargamos o que hacemos inhouse. Sirven de estudios de background para elaborar el libro. Hay bases de datos que se generan, particularmente, para el reporte. En los momentos en que nos topamos con un tema como el de 2025, ejemplo, el de gobiernos locales y regionales, en donde hay mucha escasez de datos, hay un esfuerzo importante de la institución de recoger información al día que nos permite elaborar el diagnóstico necesario para luego enfocarnos en políticas públicas. Todos estos esfuerzos de estudios adicionales o recolección de datos, se convierten en un bien público para la región. Y, por último, creo que es importante resaltar que, en el caso del RED, hay un foco en la región, en la región en su totalidad, no en los países miembros de CAF, sino en todos los países de América Latina y el Caribe. Y hacemos un esfuerzo grande de tener esta representación a lo largo del reporte. En los últimos años hemos tratado de fortalecer el foco en el Caribe, también porque la membresía ha cambiado, la cara de nuestros socios ha cambiado, y nos parece importante incluir estas distintas visiones de desarrollo en nuestros reportes.
Si bien el producto interno bruto (PBI) per cápita ha aumentado en la región en los últimos veinte años, la brecha con los países desarrollados ciertamente no se ha cerrado en lo más mínimo. Estamos todavía muy lejos de este crecimiento inclusivo que aspirábamos tener y que no se ha materializado en ninguno de los casos. En el libro recorremos esto en más detalle, pero es fundamental pensar en las tres “I” del desarrollo productivo: informalidad, innovación e inserción.
Informalidad, en primer lugar, porque es un problema que se volvió aún más grave en la pospandemia y que no hemos logrado reducir lo que avanzó la informalidad en nuestros países durante la pandemia; creo que no solamente tiene problemas de baja productividad y de poca inclusión social, sino que no nos permite avanzar en una forma inclusiva y creo que hay que entender el problema del crecimiento a la par del problema de inclusión social. Al momento en que divorciamos estos dos pilares estamos cometiendo un grave error porque no son problemas que tenemos que resolver por separado, sino que uno retroalimenta al otro y, sin crecimiento inclusivo, no hay ningún crecimiento sostenible al que podamos aspirar. Entonces, el tema de la informalidad me parece clave y fundamental de resolver. Al día de hoy no tenemos clara una agenda de política que vaya a lidiar con este problema de manera integral y en el libro lo que tratamos de hacer es poner en la mesa distintas propuestas de cómo visualizar el problema de la informalidad desde un punto de vista productivo, pero también desde un punto de vista de inclusión social.
El segundo tema clave es el de la innovación. Estamos en una encrucijada y en el libro tratamos de describir esto en profundidad en el sentido de que atravesamos tres transiciones con oportunidades y desafíos distintos para la región y distintos a través de los países de la región. La transición demográfica, la transición digital y la transición verde. En este contexto hay distintas necesidades de adopción de algunas tecnologías, de adaptación porque los mercados laborales van a cambiar, van a crearse empleos verdes, pero van a desaparecer algunos otros empleos en sectores de hidrocarburos, por ejemplo. También vamos a sufrir, en algunos países que son ricos en hidrocarburos, algunos shocks que reduzcan los ingresos fiscales. Todos estos entornos, donde además se une el envejecimiento acelerado de nuestra población, requiere que nosotros encontremos cuáles son las oportunidades para navegar esta triple encrucijada histórica que se nos presenta. Ahora, para poder aprovechar las oportunidades que abre la transición digital o que abre la transición verde, necesitamos invertir en innovación, en habilidades digitales, en conocimiento que nos permita navegar las mejores maneras de aprovechar estas riquezas que tiene la región y que pueden ser útiles en estos momentos.
Creo que en tercer lugar está el tema de la inserción, que es un tema muy cercano a CAF desde su fundación. El banco nace como una iniciativa de integración regional, tiene en su ADN muy fuertemente esta motivación de fortalecer el comercio intraregional y con otras partes del mundo. Pero lo cierto es que hemos avanzado poco como región en consolidarnos en esa dimensión. Hay distintas políticas que sabemos que tenemos que implementar. Está también la oportunidad de explorar nuevos mercados como, por ejemplo, la exportación de energía renovable. Esta se abre como una oportunidad en el medio de la transición verde. Pero todavía tenemos una agenda pendiente en cuanto a facilitar el comercio y promover nuestra inserción.
El powershoring es una oportunidad en el sentido que, probablemente, podamos capturar a otras empresas que quieran venir a producir a la región dada la riqueza que tenemos en la producción de energía limpia. Pero, para eso, regreso al punto anterior: es necesario hacer las inversiones en innovación, a tiempo. Es necesario que empecemos a tomarnos en serio que estas oportunidades ya están aquí y que no es una inversión, digamos, por la que podemos esperar muchísimos años, sino que tenemos que empezar a emprender ese camino de la innovación ahora. El reporte anterior, el reporte de transición energética, el Red del 2024, ahonda mucho en estos temas. Creo que el punto de partida fundamental es que esta transición tiene que ser justa. Y el otro punto fundamental es que tiene que ser al ritmo de cada país de la región. En particular Latinoamérica, como región Latinoamérica y el Caribe, no ha sido la que ha generado la mayor parte de las emisiones históricas. De hecho, se nos atribuye sólo el 11 % de las emisiones históricas, mientras que los países desarrollados han producido el 45 % de las mismas con los modos de producir y consumir que veníamos conociendo hasta el momento.
Es algo que tenemos que empezar a enfrentar y es un camino que igual nos conviene recorrer, es un camino que abre oportunidades porque somos una región rica en minerales críticos para la transición, el cobre, el litio, el cobalto, entre otros, también tierras raras se encuentran en algunos países de la región, obviamente una distribución heterogénea a lo largo de nuestro territorio, pero además somos un país que tiene un gran potencial de generación de energía verde, de energía renovable, sea eólica, hídrica o solar. Entonces, estos pilares que vienen siempre desde nuestro capital natural, nuestra dotación inicial, son riquezas que vienen a ser muy útiles en un contexto actual de transición verde.
Creo que volviendo a un punto anterior, que era no ver el crecimiento disociado de inclusión como meta, podemos agregar un tercer elemento que tampoco tendríamos que ver el tema de sostenibilidad y desarrollo teniendo en cuenta esta transición como algo que compite con nuestros objetivos finales, sino que justamente se presenta como una oportunidad que por ahí puede prometer esa vía de crecimiento inclusivo y sostenible que es la que debemos buscar ahora.
Creo que un eje central es la inversión en niñez temprana, la inversión en capital humano, sea salud, sea educación, es fundamental para evitar que las brechas inicien en esta etapa del ciclo de vida porque después se hace un poco más complejo y quizás costoso, desde el punto de vista fiscal, tratar de resolverlas o cerrarlas. Entonces, para mí, es fundamental por un tema de eficiencia y por un tema de justicia social, invertir en niñez temprana y apuntar a que esas brechas no se empiecen a generar en esa etapa.
Creo que otro foco importante de la agenda de inclusión es la agenda de género, por un tema también de justicia y eficiencia, desaprovechando el potencial de la mitad de la población, muchos temas que no pasan ya por un tema de discriminación pura y que vienen a pasar por temas más complejos, sesgos a la hora de contratar, normas sociales. Y, entonces, es una agenda que ha ido cambiando a lo largo del tiempo, obviamente, si miramos los últimos cien años o los últimos cincuenta años, vemos grandes progresos a nivel político, social y cultural, pero todavía nos falta un camino amplio por recorrer. Estamos arriba del promedio global en cuanto a la tasa de feminicidios.
Hay otro tema que tiene que ver más con cómo entendemos nuestra forma de operar en el terreno más social y es que creo que hay que focalizar esfuerzos en poblaciones vulnerables, hay que focalizarse en donde las brechas son mucho más amplias y eso implica un enfoque territorial también, implica un enfoque de tratar de buscar en dónde están los bolsones porque a veces no se trata de intervenciones o de programas o políticas que abarquen todo el territorio nacional, sino que los bolsones de pobreza o los bolsones de falta de conexión a servicios públicos están muy focalizados en algunas partes del territorio y creo que ese enfoque es fundamental, además en un contexto en el que hay muchas presiones fiscales y esta agenda no se puede quedar de lado.
Por último, creo que es importante volver al tema de informalidad porque está bien entenderlo desde el punto de vista productivo, pero también a escala aspecto social y está el aspecto de protección social, que creo que es fundamental en esta agenda de inclusión. Tenemos sistemas de pensiones, sistemas de salud, sistemas de protección social en general, que están diseñados para una familia, digamos, con trabajadores formales y con trabajos formales. Hoy en día esa esperanza de que la informalidad desaparezca con crecimiento vemos que no se cumple, recrudecen los niveles de informalidad en el contexto de crisis, como fue la pandemia. Y entonces tenemos que repensar qué sistemas de protección social queremos. Hay avances en la región en cuanto a sistemas de pensiones no contributivos, por ejemplo, que son fundamentales, pero faltan algunos otros aspectos del sistema de protección social que tienen que ser atendidos para tener en cuenta que somos una región que, en promedio, tiene el 50 % de su mano de obra en el sector informal.
El rol de las habilidades digitales y, en general, el set de habilidades nuevas como las habilidades financieras, por ejemplo, es fundamental para poder navegar este entorno cambiante del que hablábamos al inicio. El problema es que el entorno y la tecnología cambian a una velocidad acelerada y nuestros sistemas educativos no están cambiando con la misma fuerza, con la misma intensidad, con la misma velocidad. Creo que es fundamental empezar a tomar esta agenda en serio, no solamente es un tema de infraestructura o acceso hoy en día, sino justamente un tema de capacidad de utilizar la tecnología puesta a disposición. Y ahí también me parece que es importante empezar temprano, empezar antes de que se empiecen a generar las brechas, pero obviamente con programas o políticas de remediación para aquellos que van a estar saliendo al mercado laboral, por ejemplo, o aquellos que están en una edad más adulta que además son muy vulnerables a algún tipo de error, problema o estafa por la falta de habilidades digitales o habilidades financieras.
En el contexto actual es importante pensar en una política nacional que empiece a incluir este tipo de habilidades en los currículos, este tipo de habilidades como parte de las capacidades con las que tiene que salir un estudiante de la escuela. Hay algunos avances en el tema de inclusión financiera en muchos países de la región. Diseñaron estrategias de inclusión financiera que incluían una parte de educación financiera en las escuelas, incluían una parte también de introducir este contenido en los currículos, pero ha sido bastante desigual a lo largo de la región y un poco intermitente dependiendo del gobierno de turno.
Tenemos que tener un poco más de fuerza con el tema de habilidades digitales, en donde ha habido un poco menos de avance. Y muchas veces tenemos el equipo en el aula pero no tenemos la conexión a internet, o tenemos la conexión pero no tenemos un profesor que sepa usar el equipo. Toda esa cadena de introducir tecnología en el ámbito educativo tiene un potencial increíble y un efecto multiplicador. No es solamente que les enseñes las habilidades digitales y que con eso puedan tener alguna ventaja en el mundo moderno, sino que el mismo uso de la tecnología en el aula resulta fundamental para cerrar brechas, en donde el docente no se puede dar abasto para tener una educación personalizada para el nivel de cada alumno, la tecnología puede poner al docente en el centro como alguien que maneja el contenido e imparte la lección apoyándose mucho en la tecnología para que pueda llegar a cubrir las necesidades de todos en el aula y potenciar el aprendizaje.
Por el lado de la oferta está el tema que conversábamos previamente, dotar a los estudiantes desde una edad temprana de las habilidades que son necesarias posteriormente, no solamente en el mercado laboral, sino en la vida, habilidades que son necesarias ahora para sobrevivir en el contexto actual. Hay un tema más de sistemas educativos que tenemos que repensar. Es cierto que hay un alto retorno a la educación, hay un alto retorno a la educación superior en Latinoamérica y el Caribe, pero la educación superior tendemos a pensarla solamente como universidad. La educación técnica, lamentablemente, no es tan prestigiosa en nuestros países, pero genera personas que van a venir a cubrir las necesidades que requiere la transición verde. No necesitamos 1.500 ingenieros, pero necesitamos técnicos que sepan de un tema en concreto que tenga que ver con energía renovable o con energía eólica en particular. Quizás no estamos siendo capaces de potenciar la educación técnica para las necesidades actuales que impone una nueva gama de empleos verdes, ni logrado capturar la atención de los estudiantes, ni generar carreras de calidad en ese sentido. Me parece que eso, por el lado de la demanda, es fundamental atender, obviamente tiene que venir de un esfuerzo a nivel de Estado, encontrar la manera de potenciar la educación técnica y la educación superior, en general, para enfocarla hacia las carreras que son necesarias en los años que vienen para aprovechar las oportunidades que se le presentan a la región.
Creo que por el lado de la demanda está la necesidad de encontrar la manera en que usamos la tecnología para complementar los skills, las habilidades de la oferta laboral que tenemos hoy en día. Un ejemplo muy concreto que exploramos en detalle en el libro es el sector de servicios no transables. Y es un ejemplo bastante útil porque, además, el sector de servicios no transables son todos esos trabajadores que están en el sector servicios que no exportamos: el peluquero, el taxista, la persona que da cuidado sea a niños o a ancianos. Todo este sector tiende a capturar gran parte de la mano de obra que queda fuera del mercado cuando ocurre algún shock económico o cuando ocurre algún boom se reduce, es siempre nuestro bulkhead, y ese sector es típicamente un sector de baja productividad que tenemos que encontrar la manera de que eso cambie, en el sentido que con lo que viene, con lo que se nos viene, que se plantea que la transición verde va a generar que entre 3 % y el 14 % de nuestra mano de obra quede con necesidad de ser reentrenada o reinsertada en el mercado laboral, pues necesitamos que ese sector que los va a absorber, al menos en la transición, sea lo más productivo posible. Entonces ahí la tecnología se vuelve fundamental. En el sector de cuidados creo que hay una gran oportunidad, por ejemplo, de complementar con tecnología las habilidades incompletas de alguna persona que esté haciéndose cargo del cuidado de un adulto mayor, por ejemplo medirle la presión, tomar los signos vitales o saber cómo administrar tal o cual medicamento creo que puede ser bien complementado con el uso de tecnología. Lo mismo sucede con las plataformas que ya estamos viendo en operación de taxis o de reparto de comida. Creo que la tecnología, aglutinando toda esta mano de obra en un solo componente, facilita ganancias de productividad que, además, contribuyen a la meta de crecimiento inclusivo de la que hablábamos al inicio.