
Christian Asinelli
Vicepresidente corporativo de Programación Estratégica de CAF, donde lidera la estrategia de financiamiento soberano, asistencia técnica y generación y difusión de conocimiento, y el vínculo con los países de la región. Anteriormente, se desempeñó como subsecretario de Relaciones Financieras Internacionales para el Desarrollo en la Secretaría de Asuntos Estratégicos de Argentina, y presidente de la Fundación Banco Ciudad. Es doctor en Ciencia Política de la Universidad Nacional de San Martín (Argentina).
Entrevista
P./ ¿Cuáles son los principales aportes de los bancos de desarrollo, y de CAF en particular, en el diseño e implementación de políticas para el desarrollo?
Los bancos de desarrollo con acción en América Latina y el Caribe enfrentan una serie de retos fundamentales que radican en acompañar a los países de la región para que nadie se quede atrás. En ese campo, sus aportes principales se pueden resumir, entre muchísimas otra funciones, en hacer contribuciones sustanciales a la generación de proyectos, de programas de inversión, para crear, para mejorar, para mantener la calidad de las obras de infraestructura, por ejemplo, en toda nuestra región; para alcanzar niveles crecientes de inclusión financiera para personas, para empresas, para pymes, para instituciones y comunidades; colaborar con la adopción de nuevas tecnologías y de la digitalización de los servicios para mejorar la eficiencia y la transversalidad de estas iniciativas; y también en garantizar la sostenibilidad ambiental en cada proyecto que encaramos, pero también en lo que hace el acompañamiento a los países de nuestra región.
También promover la diversificación de fuentes de financiamiento, movilización de recursos para reducir la dependencia de fondos públicos y atraer también inversiones privadas. También ofrecer asesorías, capacitaciones, cursos de formación para mejorar las capacidades de gestión, la competitividad, las habilidades en general de funcionarios, funcionarias, referentes empresariales y representantes de la sociedad civil en general.
En el caso puntual de CAF, como banco de desarrollo de América Latina y el Caribe, contamos con una serie de herramientas que nos permiten diferenciarnos del resto de los bancos de desarrollo. Algunas de ellas pueden ser la gran flexibilidad que se sustenta en el hecho de que ofrecemos financiamiento a corto, mediano y a largo plazo, una mayor capacidad de respuesta a las demandas y necesidades de los países miembros, agilidad en la toma de decisiones, gracias a nuestras reuniones trimestrales de directorio y también a una cartera muy amplia, diversificada, en materia de inversiones en sectores estratégicos como energías renovables, eficiencia energética, sostenibilidad, temas de infraestructura, servicios de agua, saneamiento, entre otros.
Algunos ejemplos concretos de nuestro trabajo en la región son, por ejemplo, en el ámbito verde, lo que hicimos el año pasado, que fue establecer una alianza con el Centro de Cooperación Multilateral para la Financiación del Desarrollo en Ecuador para mejorar la sostenibilidad de las Islas Galápagos. Ahí invertimos más de USD 3 millones. En temas de transición energética justa, llevamos adelante el proyecto del Gasoducto Presidente Néstor Kirchner (GPNK) para el transporte de gas y las provincias del centro y norte de ese país.
En temas de salud, por ejemplo, llevamos el sistema de telemedicina en El Salvador. Con esto mejoramos el acceso y la cobertura para la atención de pacientes en plataformas tecnológicas. En temas de infraestructura y de agua y saneamiento, hemos aprobado más de USD 2.000 millones en proyectos de este tipo en los últimos cinco años, cumpliendo un compromiso que hemos realizado en distintos foros internacionales.
En temas de transformación digital, hemos aportado más de USD 2.700 millones de dólares en una cantidad enorme de operaciones para casi todos los países de la región. En educación, también desarrollamos programas de mejora en la calidad educativa. Por ejemplo, en Trinidad y Tobago, para mejorar la calidad educativa de ese país.
En términos de aprobaciones, en 2024, finalizamos con más de USD 15.800 millones, USD 9.100 millones en temas de desembolsos, una cartera consolidada que casi llega a los USD 35.000 millones y de la que USD 12.000 millones estuvieron destinados a programas y proyectos de inversión.
P./ Desde su perspectiva, ¿qué rol juega el conocimiento en agregar valor a los instrumentos de CAF en el sector público?
Bueno, en principio diría que el valor principal y más importante de CAF es que se ha convertido en el bien público regional más importante de América Latina y el Caribe. Somos una institución que acompaña, que responde, que tiene una hoja de ruta muy clara para seguir de cerca las necesidades, las urgencias y los intereses específicos de cada país. Por eso, en la década del 90, nuestros directores decidieron ampliar la estructura original de la cual eran conformadas solamente por los países andinos para poder cubrir con más y mejores recursos a todos los países de América Latina y el Caribe. Eso nos llevó de pasar de seis países a 25 en la actualidad.
También tuvimos una serie de capitalizaciones históricas que nos han permitido ampliar un capital inicial de USD 100 millones a una última capitalización de más de USD 7.000 millones. Por eso también, desde el año 2021, con nuestro presidente Sergio Díaz-Granados, nos propusimos seguir fortaleciendo esa marca tan característica que tiene nuestra institución a través del mejoramiento de nuestras operaciones, de la modernización de nuestra agenda estratégica, de la que hablamos constantemente. Por eso, tomamos la decisión, como decía, de ampliar la estructura accionaria a los países del Caribe que tienen características e idiosincrasias particulares.
Uno de los temas es que son países que están muy propensos a la vulnerabilidad, a los desastres naturales frutos del cambio climático. También una serie de necesidades específicas en temas de infraestructura resiliente y un enorme potencial en ámbitos de turismo sostenible y agricultura. Pero para poder cumplir con estos requisitos particulares, pudimos inaugurar una oficina regional para el Caribe. Y todo esto forma parte de una agenda que incluye la transformación de la institución en lo que solemos llamar el Banco Verde de América Latina y el Caribe. Esto implica, entre muchas otras cosas, que para el 2026, el 40 % de nuestras operaciones sean totalmente verdes, algo que ya alcanzamos en el 2025.
Y seguimos, además, con una serie de líneas de trabajo que incluyen componentes verdes como parte de nuestros planes de infraestructura vial, de transporte y telecomunicaciones, y especialmente en la integración y el robustecimiento de las capacidades estatales. Estos son algunos de los componentes de la Agenda CAF con los que buscamos garantizar la integración regional de nuestros países, su desarrollo sostenible. Y esto lo hacemos con la firme convicción de que en el camino hacia el progreso y el crecimiento de la región no debemos dejar a nadie atrás.
El conocimiento es parte esencial de nuestro trabajo diario por muchas razones. Puedo nombrar que, primero, porque es fundamental para el desarrollo de nuestro negocio. Con nuestras investigaciones, publicaciones, reportes y capacitaciones, pretendemos fortalecer y ampliar nuestra estructura y nuestra incidencia en la región. En segundo lugar, porque valoramos y priorizamos la generación, la gestión y la difusión de conocimiento relevante, además de la toma de decisiones basadas en evidencia. Con esto buscamos acompañar a los países en el análisis de políticas públicas y también en la difusión de buenas prácticas. En tercer lugar, porque entendemos que un organismo de desarrollo tiene la responsabilidad de cubrir y proveer herramientas para trabajar sobre áreas temáticas fundamentales para el presente de la región, como son el desarrollo urbano, el cambio climático, la prevención del delito, el trabajo con los gobiernos subnacionales, la educación, la equidad, la salud. Todos estos son temas que nuestro Reporte de Economía y Desarrollo ha recorrido a lo largo de los últimos 20 años.
Estamos muy, pero muy orgullosos de estar celebrando estas primeras dos décadas de nuestra publicación insignia, que ya hemos presentado exitosamente en foros globales, en eventos académicos, en espacios gubernamentales en todos los países de América Latina y el Caribe, en el sector privado de toda la región y también tenemos el enorme privilegio de poder crear conocimiento desde y para la región misma. Contamos con el aporte de economistas, politólogos, analistas, especialistas de primer nivel y, por eso, quiero agradecer particularmente la contribución que hacen a la institución mediante la reflexión, la puesta en discusión diaria de los principales temas de coyuntura sociopolítica y económica y en el enorme compromiso con cerrar las brechas que América Latina y el Caribe todavía enfrenta en ámbitos sociales, económicos, digitales, climáticos y de género, entre muchos otros.
Como dice el tango de Gardel y Le Pera, 20 años no es nada, pero en este caso, a la vez, es muchísimo. 20 años han sido esfuerzo, trabajo, reflexión en torno a la mejor manera de garantizar el progreso y el crecimiento para nuestra región, para América Latina y el Caribe. Felicitaciones a todo el equipo de la Dirección de Investigaciones Socioeconómicas por este trabajo tan histórico que trasciende el tiempo para acercarnos, mostrarnos un futuro de progreso para todas y todas. Han sido y son muchísimas personas de nuestra institución que trabajan para poder lograr estos resultados, estos resultados que nos llevan de una u otra manera a mejorar la calidad de vida de los latinoamericanos y caribeños de nuestra región.