Retrato de Sebastián Lucas Mazzuca

Sebastián Lucas Mazzuca

Doctor y magíster en Ciencia Política de la Universidad de California en Berkeley. Profesor Distinguido de Economía Política en el Tecnológico de Monterrey y Profesor Asociado de Ciencia Política en la Universidad Johns Hopkins. Ha sido becario posdoctoral en la Academia de Estudios Internacionales y de Área de la Universidad de Harvard, y ha ejercido como profesor en dicha universidad y en la Universidad Nacional General San Martín. Su trabajo se centra en la formación del Estado, el cambio de régimen y el desarrollo económico.

Entrevista

P./ El triple desafío, la institucionalidad y las capacidades estatales: el desarrollo sostenible involucra objetivos alrededor del crecimiento económico, la inclusión social y la protección de la naturaleza. Para afrontar este tipo de desafíos se requieren políticas públicas efectivas e instituciones sólidas. ¿Qué ingredientes se identifican como claves del marco institucional y qué capacidades se requieren de los Estados para este desafío?

El principal problema que tienen los países de América Latina es la falta de capacidad del Estado. Es un problema muy serio que de todas maneras, hay que poner en contexto. América Latina, en el último cuarto del siglo XX, logró la democracia que es algo espectacular, de grandes proporciones. 

En la mayor parte del siglo, gran cantidad de países vivieron bajo dictaduras. Y a mediados de los 70, esas dictaduras empezaron a caer y la región se convirtió en una de las zonas con mayor cantidad de regímenes democráticos. Es una región democrática y esa es una gran conquista. Pocos países rompieron la democracia y Venezuela es un ejemplo, pero es más bien una excepción. Las democracias de América Latina, en principio, si las cosas no salen mal, van a durar mucho tiempo. Ese es un gran elemento que contribuye, que es un bien en sí mismo y ayuda al desarrollo económico de la región. 

El principal ingrediente que no está en América Latina son Estados capaces. América Latina no tiene Estados capaces. ¿Qué es un Estado capaz? Es un Estado que provee, que suministra bienes públicos. Todos sabemos lo que son los bienes privados: un iPhone, un auto, una comida en un restaurante. Esos son bienes privados que el mercado los provee y por mecanismo de mercado se distribuyen. El Estado está ocupado de producir bienes mucho más importantes, que son bienes que toda la población disfruta al mismo tiempo, si están bien provistos. El más importante es la seguridad. El Estado se ocupa de proteger a la sociedad frente a ataques externos, se ocupa de proteger a ciudadanos privados de ataques de otros ciudadanos. También, de asegurar que haya un sistema de educación y de salud. 

América Latina tiene la peculiaridad de que está conformada por Estados distintivamente incapaces, a pesar de tener democracia. Hay muy pocas democracias que tienen Estados tan deficientes como los de América Latina, o sea, que es una región de contrastes: mucha democracia, poca capacidad de Estado. Esto no quiere decir que el Estado tenga que ser grande o cobrar más impuestos. Tiene que ver simplemente con que el Estado sea más eficaz y más eficiente en proveer bienes públicos.

P./ Durante el siglo XX, la mayoría de los Estados de América Latina y el Caribe se han consolidado bajo instituciones democráticas, con legales actos de participación electoral y representación de grupos. A la vez, estos se muestran, en ocasiones, frágiles ante las amenazas del clientelismo y la captura. ¿Cómo evalúa la evolución de las instituciones y cuáles son los principales retos pendientes para consolidar la institucionalidad en la región?

Efectivamente, en América Latina, los regímenes son democráticos, pero los Estados son patrimonialistas. ¿Qué quiere decir que son patrimonialistas? Los Estados suelen ser capturados por grupos de todo orden, pueden ser grupos económicos, facciones políticas, partidos políticos, grupos criminales que usan los recursos del Estado, no para producir bienes públicos, sino bienes privados o partidarios. 

Entonces, tenemos que en América Latina coexisten regímenes democráticos con Estados patrimonialistas. Lo ideal sería que los Estados de América Latina fueran eficientes, weberianos, meritocráticos, pero no lo son y entonces tenemos regímenes democráticos que conviven con Estados patrimonialistas. Y esto genera lo que, con mi colega y amigo Gerdado Munck, hemos llamado una trampa de calidad mediocre o de calidad mediana, que son Estados poco eficientes que retroalimentan democracias de baja calidad. Democracias de baja calidad producen Estados poco eficientes. ¿Por qué? Bueno, porque las democracias de baja calidad, por los mecanismos de representación que les son propios, terminan generando Gobiernos que no tienen interés en mejorar las capacidades de los Estados, y estos a su vez tienen poca capacidad, lo que impide a los líderes políticos a cargo del Gobierno producir bienes públicos que ayuden con el desarrollo de la región. 

No producen esos bienes públicos, ¿por qué? Porque no tienen Estados capaces. Un político, cualquiera que sea el presidente, no es culpa de él, no es que sea malo, simplemente se encuentra en control de un Estado que no tiene la capacidad de producir lo que la población necesita para el largo plazo. Así, en vez de producir bienes públicos que mejoran la calidad de vida de la sociedad a largo plazo, produce bienes, distribuciones partidarias, partidistas, clientelistas. 

Entonces, ¿qué es lo que pasa? Democracias de baja calidad alimentan Estados mediocres y estos no permiten a los políticos mejorar la calidad de la democracia; es una trampa que se retroalimenta. Esa es la situación, esa es la clave. Si en el siglo XXI tiene que pasar algo es romper esta traba. En el siglo XIX, el gran logro, la gran conquista, fue la independencia; en el siglo XX, la democracia; y en el siglo XXI, deberían ser los Estados eficientes.

P./ ¿En qué medida la falta de capacidades en los Estados de la región está condicionando el desarrollo inclusivo y sostenible, y qué elementos son esenciales para mejorarlas?

Bueno, justamente, estamos en octubre del 2024. Hace pocas semanas, un colega y amigo ganó el Premio Nobel de Economía. James Robinson, junto con Daron Acemoğlu, afirman que las instituciones inclusivas son la clave para el desarrollo de las sociedades. Ahora, estos autores suponen que hay un Estado eficiente que ya existe. 

Entonces dicen, bueno, vamos a cambiar las instituciones, a mejorar las instituciones de ese Estado para que ocurra el desarrollo económico. ¿Cuáles son esas instituciones? Derechos de propiedad, democracia, evitar concentraciones de poder y demás. Esas son todas reglas que estos autores quieren, que son amigos míos. Ahora bien, las reglas, que son en buena medida, reglas de calidad, es lo que toda la literatura del desarrollo reclama para que se produzca el desarrollo económico. Estas reglas tienen que ser aplicadas y para que esto suceda, tiene que existir la fuerza y la eficacia necesarias. Es decir, para que las instituciones existan, para que las instituciones del desarrollo se arraiguen y produzcan sus efectos, a su vez, antes de ellas, tiene que existir un Estado que implemente las reglas. Sin Estado que las implemente, las instituciones no sirven de nada. El Estado es el que hace cumplir, como dicen en inglés, enforce las reglas. La principal deficiencia es la falta de Estados capaces.

P./ A pesar de los avances en descentralización en la región, los Gobiernos intermedios y locales aún enfrentan desafíos de índole institucional y niveles heterogéneos en sus capacidades. ¿Cómo evalúa el rol de los Estados locales y cuáles son los principales ámbitos para mejorar sus capacidades y cerrar brechas territoriales?

Es un tema fascinante la enorme variedad de resultados que existen dentro de los países. Cada país, especialmente las federaciones de América Latina (México, Argentina y Brasil) contienen como 30 países adentro suyo. Y esos países van de un extremo al otro. Las regiones más pobres de América Latina, en buena medida, se parecen al África Subsahariana, y las zonas más ricas, a un estado europeo, o más que europeo. Acá estamos en Monterrey, y Nuevo León se parece en buena medida a Singapur. Y si uno va a Formosa, en la Argentina, se encuentra con un país más pobre, más que Guatemala. En el propio México estos contrastes se dan, con lo cual, para el desarrollo en América Latina no solo hay desigualdad entre clases sociales, sino una enorme heterogeneidad, una inmensa diversidad entre regiones. Esto, en buena medida, refleja lo que estábamos hablando antes: hay tanta heterogeneidad, diversidad de situaciones y divergencia en el desarrollo humano entre las regiones de América Latina que efectivamente el Estado nacional es muy poco capaz, no tiene el alcance para llegar a todos los rincones de un territorio y hacer las cosas bien, que se cumpla la ley, que se cumplan los sistemas de educación, que haya agua potable, infraestructura. Eso no existe en América Latina. 

Precisamente, Estados incapaces crean desarrollo desparejo. Ese es el gran tema de América Latina. Si uno mira, efectivamente, la prosperidad de las regiones locales de ciertas localidades son a lo mejor 10 o 20 veces más ricas que la región más pobre de ese mismo país. Es un drama eso, ¿verdad? Y ese drama, en buena medida, refleja el hecho de que los Gobiernos locales también divergen enormemente en cuanto a sus capacidades. En gran parte, América Latina está llena de zonas marrones. Así como hay mercados negros, mercados ilegales en muchas partes donde el Estado no está, también hay zonas marrones, lugares donde no impera la ley y están dominadas por políticos locales, por grupos criminales, por grupos económicos, lo que sea, que se sustraen del orden nacional y fragmentan el territorio político. 

América Latina está plagado de Gobiernos locales que en realidad, podríamos llamarlo así, son satrapías de baja capacidad, de altos niveles de corrupción y desinterés por el desarrollo local. Y estas satrapías subsisten y son un gran problema, hay que ponerlas en primer plano. Y justamente esta variedad de capacidades públicas dentro de los países, entre sus regiones, es lo que causa estos grandes contrastes de desarrollo humano dentro de cada país.

P./ Dinámica, democracia y Estado. En algunos de sus trabajos argumenta que la calidad de la democracia del Estado se retroalimenta. ¿Podría desarrollar los principales mecanismos o canales que relacionan al Estado y sus capacidades con la democracia y su calidad? ¿Qué factores pueden producir un círculo virtuoso de mejores Estados y democracia en América Latina y Caribe?

Es un tema fascinante ver qué puede hacer un político, un presidente o cualquiera de las personas con las que CAF tiene que interactuar para producir desarrollo. Que el pobre político, que habitualmente es denostado por la opinión pública, que pierde crédito en menos de un año de gestión, que es estigmatizado, en realidad tiene poca culpa de los males. ¿Por qué tiene culpa de los males? Es como un piloto que va a manejar un auto, pero ese auto no es un Ferrari, es un Fiat 600 del año 1940, entonces trata de prometer que va a cambiar el mundo, pero luego no tiene las herramientas. Es la falta del Estado. Pensemos el drama que ocurre para la democracia con esa situación. Un político, un piloto, se sienta en un auto con el cual no puede cumplir las promesas que hizo en la campaña, simplemente porque no tiene la capacidad, los recursos fiscales, a veces ni los recursos humanos. Frente a ese drama, ¿qué debe hacer? Bueno, tiene que ser reelecto. Pero si no tiene capacidades y debe ser reelecto, en vez de producir bienes públicos, tiene que tratar de producir bienes privados. Redistribución, en general, de los pocos recursos que hay. Eso es un drama, eso genera crisis democrática, crisis política. 

Los Estados poco capaces limitan la capacidad de acción, el margen de los políticos. ¿Cómo salir de esta situación? Es una decisión muy complicada, porque la situación de políticos que están manejando Estados poco capaces es muy difícil y potencialmente peligrosa para la democracia y para el Estado. ¿Por qué? Si un político hace promesas, no las cumple, y la población está sistemáticamente insatisfecha, esta va a pensar que el problema es con la democracia, cuando en realidad la democracia no tiene ningún defecto. Es un régimen que está lo más bien, da igualdad política, libertad política, pero si no hay Estado, por más que cualquiera pueda subirse al auto o ser elegido para subir al auto, si este no funciona, no funciona. Pero nosotros culpamos al piloto o culpamos a la democracia, en vez de ver que el problema es el Estado y su poca capacidad. 

¿Cómo se sale de esto? La principal manera que a mí se me ocurre es, primero, suerte, como pasó en parte de los países del mundo. Tuvieron suerte en lograrlo. Son pocos los países que lograron producir democracia de alta calidad y Estados de gran capacidad. Conocemos algunos de gran capacidad, como Singapur y China, pero nadie quiere esos Estados porque son todos dictaduras. Los Estados capaces de Escandinavia, de Europa y de EE. UU., en general, consiguieron sus capacidades bajo dictaduras. Entonces, primero tuvieron sus Estados capaces y luego cambiaron su régimen. 

América Latina ya cuenta con regímenes democráticos, pero tiene Estados incapaces. ¿Cómo se hace eso? Es un desafío único. El mundo avanzado no pasó por esta coyuntura. América Latina tiene una situación pionera, en algún sentido, porque es la primera vez que hay países con democracias y Estados poco capaces. ¿Cómo construyen esa capacidad? Sería ridículo confiar en la suerte y algo hay que hacer. Los países avanzados, repito, tuvieron, en buena medida, suerte de tener Estados capaces antes de que la población pidiera democracia. En América Latina, la población pidió democracia antes de tener Estados. Tenemos democracia sin Estados, o con Estados de baja calidad. 

¿Cuál es la solución? La solución va a llegar, en algún momento, porque algunas crisis van a ser lo suficientemente grandes como para que haya un acuerdo político entre todos los partidos destinados a invertir la plata de los impuestos, es decir, los recursos fiscales, en construir capacidad de Estado sin robarla, sin redistribuirla, sin dársela a grupos favorecidos, aunque sea una cantidad grande de pobres, pero de una manera no sostenible. Eso hay que evitarlo. Populismo, clientelismo, hay que evitarlo, pero es muy tentador. 

Si un político realmente quiere transformar la realidad y producir Estados capaces que terminen con todos los círculos viciosos que tiene América Latina, debe ser muy claro en que es algo muy parecido a una economía de guerra. Esto en el sentido de que se tienen que ahorrar todos los recursos posibles para construir Estados eficientes, servicios públicos meritocráticos, capacitados sobre todo, que sean inmunes a la corrupción, a ser cooptados o capturados por grupos de presión, por grupos criminales. 

El político tiene que ser muy claro con su público en que, como dijo Churchill o Kennedy –los grandes líderes de occidente del siglo XX–, los frutos quizás nosotros no los vamos a ver, los van a ver nuestros hijos. Vamos a tener que cambiar estos países con Estados supercapaces. América Latina no conoce Estados capaces. Quizás solo en países muy pequeños como Costa Rica y Uruguay. 

Para construir ese Estado, se requieren muchos sacrificios, quizás veinte años de política proba y orientada casi exclusivamente a producir Estados capaces. Un líder político debe lograr convencer a la población de que esta necesidad llegó al punto donde no se puede esperar más y que si seguimos esperando va a seguir habiendo pobreza, crimen, atraso económico en América Latina. 

Para que se resuelva esto, el político tiene que no hacer campaña o hacer la campaña de su vida, que es aclararle a la población que tiene que ser paciente, que hay un momento de construcción del Estado, de instituciones, que quizás dura diez o veinte años. En todos los países del mundo duró diez, veinte o treinta años, estas no se construyen de la noche a la mañana. Entonces, empieza por ahí, empieza por el político, y lo que este puede hacer es aclararlo a la población, sin promesas demagógicas de que “mañana vas a estar bien”. Eso no existe en América Latina. Le tiene que decir que va a estar bien dentro de cinco años, dentro de diez años y que, en vez de producir consumo de corto plazo, hay que posponerlo y hacer la inversión de largo plazo en capacidades estatales. 

P./ La polarización política es un fenómeno global que amenaza la continuidad de las políticas que persiguen los países. Las políticas para la respuesta al cambio climático y las arancelarias son ejemplos de espacios afectados con frecuencia por los cambios de riesgo. ¿De qué manera se pueden asegurar la continuidad y la efectividad de las políticas en un contexto de polarización política y cambios de rumbo?

Efectivamente, la polarización es un problema que afecta a todo el mundo. Lo vemos en EE. UU. de forma dramática. EE. UU. está viendo por primera vez cosas que en América Latina ya pasaron a mitad del siglo XX, en los años 60, 70. La polarización es un fenómeno global, es muy complicado. Paraliza la política y genera estas oscilaciones que no son nuevas en América Latina, pero ahora, por alguna razón, son más notables. 

¿Por qué ocurren estas cosas? Acá podemos hacer un poquito de ciencia ficción y darnos cuenta de que, aunque yo soy un defensor del Estado y de su capacidad, hay que pensar un poco en qué va a pasar dentro de cincuenta años. ¿De dónde viene esta polarización? Yo advierto que este fenómeno casi universal no pasa en las dictaduras, porque no se permite oposición. Incluso, si uno ve en Venezuela, hay polarización. ¿Y la polarización en qué consistió? La gente alienada al régimen de Maduro y de Chávez, o emigró –ocho millones de personas salieron de Venezuela– o, si se quedaron, lo hicieron como resistencia y oposición al régimen. La polarización existe en todas partes. 

Ahora, ¿por qué se hace tan universal en 2030? Estoy casi seguro de que la polarización es un problema universal porque ni siquiera los Estados en los países avanzados, en Suecia ni en Canadá, pueden dar respuesta efectiva a los problemas de globalización. 

La globalización fue una paliza para los Estados en el sentido que generó fuerzas y problemas que el Estado no puede resolver. Pensemos un minuto esto: si queremos saber cuál es la escala óptima para crear soluciones a problemas como seguridad internacional, crisis ambiental, comercio, estos se solucionan no por los países, sino a una escala superior, como la Unión Europea o como la unión de todo EE. UU. O sea que los países, las naciones, quedaron anacrónicas, obsoletas, como el lugar óptimo para producir soluciones a los problemas contemporáneos. 

En buena medida, muchos problemas contemporáneos necesitan una escala mayor que la del país. EE. UU., originalmente, era un montón de países, 13 países que vieron que solos no podían producir soluciones a sus problemas, y que estos eran la protección con respecto a las potencias europeas, a que no los invadieran, a generar libre comercio entre ellos, a crear un Estado de derecho, un sistema de justicia. A todo eso, los 13 países dijeron, “nosotros no lo podemos hacer por nuestra cuenta porque es muy caro”, entonces nos juntamos y ahorramos esa plata y que un Estado nacional provea estas soluciones de la misma manera. 

Ahora, estos problemas existen de la misma manera en América Latina y en el mundo, y es la causa de la polarización. La polarización ocurre, la gente se aliena, se enoja y piensa en opciones distintas porque el Estado no puede responder. Si hay que proveer seguridad, es a escalas continentales. La OTAN trata de hacer eso, pero fracasó. Toda América Latina, todo el Oeste, necesitaría un gran ejército para protegerse de Rusia y de China. Necesitaría grandes instituciones de coordinación macroeconómica para lograr estabilidad monetaria, fiscal, etc., con lo cual es obvio que para 2050 probablemente los países dejen de existir, o haya muchas presiones para que dejen de existir, y que hagan combinaciones como en Europa, donde los países se fueron combinando para producir política monetaria. La OTAN es la otra cara para producir un ejército de nivel continental. Obviamente, esa institución fracasó, pero va en la dirección en la que el mundo le pide. 

Por un lado, el mundo pide soluciones continentales. Por otro, si pensamos en cualquier país grande de América Latina con 50, 100 millones de habitantes, ¿qué Estado nacional puede entender lo que pasa en todos los rincones de su país? Es inviable. Esa capacidad no existe ni va a existir, ya es muy tarde. Desafortunadamente, el Estado Nacional de México, el Estado Nacional de Argentina o el Estado Nacional de Brasil no puede entender qué les pasa a todas sus poblaciones. 

Por eso, algunos bienes públicos, por ejemplo, salud, educación, para evitar la polarización o, por ejemplo, los Estados de México, que están pegados a EE. UU., necesitan soluciones muy distintas a los problemas que tiene que solucionar San Francisco de Campeche o Chiapas. Lo mismo en Argentina que en Brasil. Con lo cual, así como algunos bienes, seguridad, Estado de derecho, quizás estabilidad económica, la tienen que producir bloques económicos multinacionales, hay otros problemas que deben solucionar las entidades subnacionales. Pequeños pasitos, muy chicos, donde la gente pueda participar mejor, tenga más influencia sobre los Gobiernos, etc. ¿Qué quiere decir, entonces? Que este nivel de Estado nacional que está proveyendo soluciones para todos los problemas de contaminación, de salud, de infraestructura, de seguridad, todo eso está sobrecargado a este nivel. Hay que proveer algunas soluciones a nivel supranacional y otras a nivel subnacional, con lo cual, aunque todos seamos muy nacionalistas, patriotas, nos guste la tricolor, la celeste y blanca en Argentina, todo eso óptimamente tendría que desaparecer y que los Gobiernos administren en otros niveles. Va a pasar esto, va a pasar. La cuestión es cuánto nos oponemos o cuán inteligentes somos ante esta realidad que está apareciendo.

P./ El contexto geopolítico global puede afectar la configuración de las inversiones y de las cadenas de valor. ¿Qué cambios en el contexto geopolítico le parecen importantes para la región y de qué manera esta puede aprovecharlos para promover su desarrollo?

El mundo que creímos que existía después de la caída del muro no existe más. Era el mundo dominado por potencias occidentales liberales, democráticas y de libre mercado, y el mundo iba todo en ese sentido. El gran cambio aquí fue obviamente la emergencia de China, que al principio pareció una potencia vegetariana, ¿no? Solo interesada en producir y en comerciar. Sin embargo, en los últimos 20 años, además de China, hay países como Rusia, Corea del Norte, Irán, que tienen aspiraciones geopolíticas. Y mientras China exista con su poder económico, aunque estos otros países no tengan ninguna relevancia económica comparados con China o con EE. UU., pueden inclinar la balanza a favor de China que ya no es más vegetariana, pasó a ser carnívora. Tiene aspiraciones geopolíticas, no solo comerciales sino eventualmente ir a la guerra. Y esta serie de países pequeños, pero del eje equivocado, digamos, como Corea, Irán, Rusia, Venezuela, pueden promover que China desarrolle su desafío al mundo de la globalización liberal que existía y, de hecho, ha ocurrido. 

En un mundo globalizado, entre el COVID-19 y las nuevas amenazas geopolíticas, las cadenas de valor se rompen: el Canal de Suez, el comercio con China. Y aquí hay algo interesante que me gustaría señalar. Todos estos desafíos son oportunidades para América Latina ¿En qué sentido? La más obvia es que EE. UU. está dejando de invertir USD 300.000 millones en China y los puede atrapar América Latina. Es el candidato ideal. Las inversiones externas de EE. UU. suspenden sus acciones en China y las relocalizan en América Latina, lo que en México se conoce como nearshoring, que afecta sobre todo a los Estados del norte y algunos del centro. 

Entonces, la nueva geopolítica representa una oportunidad para América Latina. Además, la región tiene que entender que a lo mejor le conviene no ignorar a China, sino también hacer sus propios acuerdos con ella. En eso hay que tener mucha cabeza geopolítica, calcular. ¿Conviene aliarse completamente con EE. UU. o mejor mantener cierta independencia y recibir inversiones de los dos bloques? Bueno, ahí hay una oportunidad que América Latina no tenía y ahora tiene, y es la oportunidad de su vida. En buena medida, podría transformarse en una palanca que cambie la realidad de América Latina. 

Ahora, qué interesante esto, y es que a pesar del enorme potencial de inversión que tiene un país como México, no recibe toda la inversión que podría justamente porque no tiene Estados capaces. Imagínense la cantidad de inversiones que recibiría México si no tuviera problemas de carteles, problemas de Estado de derecho. Si en vez de México fueran Uruguay, Chile y Costa Rica los países de la frontera sur de EE. UU.,  en veinte años serían Suizas. ¿Por qué? Porque tienen Estado de derecho, son pequeños, tienen Estados capaces. Los Estados subnacionales del norte de México cumplen un poco esas funciones, pero aquí se ve de nuevo la importancia de la capacidad del Estado. A pesar de esta gran oportunidad de que lluevan las inversiones, no llueven todo lo que podrían, precisamente porque hay deficiencias de Estado. No hay suficiente Estado de derecho, demasiados niveles de criminalidad, no hay clima de inversiones porque se manipulan las reglas del juego político. Entonces, hay una gran oportunidad para atrapar. Volvemos al tema de siempre, un Estado capaz. 

¿Cuál es el Estado más capaz de obtener estas ventajas, de aprovechar las ventajas geopolíticas o los bonos geopolíticos que el mundo ofrece? Bueno, son Estados capaces. La pregunta de nuevo es: ¿El Estado nacional, el Estado que conocemos, países como los que conocemos, son capaces de maximizar estas oportunidades o deberían ser otros niveles? Por ejemplo, ¿debería ser una asociación de América Latina y Estados subnacionales?, ¿deberían ser Nuevo León y Tamaulipas, y que otros Estados se dediquen a hacer otras cosas?

P./ ¿En qué medida puede la integración global apuntar o afectar la calidad institucional de los países de la región?

Esa es una pregunta fascinante, que me he hecho varias veces. La cuestión es si es posible. Dado que los Estados de América Latina son deficientes, ¿hay alguna fuerza internacional que mejore la capacidad de estos Estados?, y en rigor, sí lo es. Si un Estado quiere aprovechar lo que hablábamos recién de inversiones, tiene que emprolijarse, tiene que reducir los niveles de corrupción, tiene que lograr que la justicia sea independiente. Mientras no lo haga, las inversiones no van a llegar y esto significa un costo constante. Lo que sucede es que como todos los años es un poquito, nadie lo siente. Ya pasan diez o veinte años y se sienten los efectos de la baja capacidad de Estado, con lo cual, efectivamente, el mundo puede crear los incentivos para que América Latina no solo sea democrática, sino para que tenga Estados más capaces.

P./ ¿Cuál es el rol de los organismos multilaterales en la región? Existe mucha heterogeneidad en la región: ¿cómo varía este rol a través de países y/o subregiones, como, por ejemplo, Cono Sur, Cono Norte, Centroamérica, Caribe? ¿Cuál cree que es el rol diferenciador de CAF en la región?

CAF y otras bancas multilaterales de desarrollo, tomándolo con pinzas, pueden cumplir ese rol que produjo el Estado japonés para el desarrollo de Japón, o el Estado estadounidense para el inicio del despegue capitalista de los EE. UU. 

A América Latina le cuesta mucho producir endógenamente a sus países, producir Estados capaces. Japón lo produjo y se desarrolló, EE. UU. lo produjo y se desarrolló, Suecia lo produjo y se desarrolló. América Latina, pensando en la realidad compleja que tiene, podría, en vez de desarrollar cada país, desarrollar su propio Estado, pedirlo prestado, importar capacidades. 

¿Qué capacidades puede un país importar de los bancos? Capital humano, conocimiento y recursos, y que además estén aplicados a la creación de bienes públicos, que favorezcan el desarrollo. En buena medida, las deficiencias de capacidad de los Estados de América Latina pueden ser suplidas por capacidades de instituciones multilaterales de desarrollo. Esa quizás es la principal función. Las capacidades que no tienen los países, las tienen las multilaterales, entonces las pueden importar, para hablar muy crudamente. Eso por un lado. 

Por otro lado, si uno mira la banca multilateral, ella es precisamente el origen potencial. Vamos a ver en qué termina el futuro, cómo sigue la película, pero la banca multilateral es justamente el reconocimiento de que los Estados nacionales no son suficientes para producir soluciones efectivas para muchos problemas. Y que para esos problemas, como la infraestructura, se necesitan quizás entidades supranacionales que operen en otro nivel. Y la banca de desarrollo es eso. En particular, lo que distingue a CAF es su gran foco en capital humano, en conocimiento, en desarrollo local por medio de banca multilateral. O sea que CAF justamente puede ser uno de esos personajes que en un cuento futurista sea protagonista de la realidad de América Latina, donde los Estados nacionales tengan menos responsabilidades y esas responsabilidades se repartan hacia arriba, hacia entidades multinacionales o multilaterales, y hacia abajo, hacia Gobiernos locales. ¿Y CAF qué es? CAF puede ser una entidad multinacional o multilateral que provee, que ayuda al desarrollo de regiones, de localidades, de Estados o de municipios.