
Ricardo Hausmann
Doctor en Economía por la Universidad de Cornell. Es director del Centro para el Desarrollo Internacional (CID) en la Universidad de Harvard y profesor Rafik Hariri de Práctica de Economía Política Internacional en la Escuela Kennedy de la misma universidad. También es el fundador y director del Growth Lab de Harvard. Se desempeñó como el primer economista jefe del Banco Interamericano de Desarrollo, donde creó el Departamento de Investigación. Fue ministro de Planificación de Venezuela y miembro del Directorio del Banco Central de Venezuela.
Entrevista
P/ América Latina y el Caribe ha avanzado en su desarrollo, pero el proceso aún está incompleto porque los niveles de pobreza y desigualdad siguen siendo altos, al igual que los del ingreso per cápita. ¿Cómo evalúa usted los avances y los desafíos pendientes en términos de crecimiento e inclusión social en la región?
Bueno, yo diría, en primer lugar, que en la región ha habido progreso, pero menos que el que ha habido en los países que representan la frontera tecnológica, digamos los EE. UU., los países de altos ingresos. La brecha de ingresos en la última década con respecto a los países más ricos se ha estado ampliando, a pesar de que las hemos cerrado en muchas otras áreas. Por ejemplo, en materia de educación, de fertilidad, el número de hijos que tienen las mujeres, de educación de las mujeres y de su participación en el trabajo, de expectativa de vida, de población en la idea de trabajar como porcentaje de población total. O sea, hemos cerrado muchas brechas en muchos ámbitos, pero no la de ingresos per cápita. Eso, en mi opinión, refleja que hemos aumentado nuestra brecha tecnológica. Nos estamos quedando atrás en materia de tecnología. El mundo está inventando tecnología más rápido de lo que nosotros somos capaces de adaptarla, adoptarla, absorberla. Y eso evidencia que hay unas brechas crecientes en materia de ingreso per cápita con el mundo desarrollado.
P/ Hablar de desarrollo sostenible, uno de los temas que están en primer lugar de la agenda, implica que también hay que hablar de crecimiento económico, de inclusión social, de protección del ambiente, de la naturaleza, y son objetivos que presentan muchas tensiones pero también muchas sinergias. ¿Cuáles son las áreas de políticas más prometedoras para aprovechar las sinergias del desarrollo sostenible?
El desarrollo sostenible tiene muchas aristas. Hay temas de sostenibilidad sencillamente en materia de desarrollo en sí mismo, de la posibilidad de crisis y de insostenibilidades macrofinancieras, digamos que hay problemas de sostenibilidad ambiental local, pero más global. Entonces, por ejemplo, mucho de lo que absorbe la atención en estos momentos es el cambio climático. Cómo podemos hacer que el desarrollo a nivel mundial sea consistente con un clima más estable, lo que implica hacer la transición energética hacia esto que se llama net zero.
Ahora, la forma como la agenda de desarrollo ha estado impulsada a través de los acuerdos de París, por la vía de los bancos multilaterales de desarrollo, es tratar de hacer que todos los países se enfoquen en disminuir su huella de carbono. Porque si cada quien reduce la suya, el mundo va a ver mermada su huella y eso nos va a ayudar con el cambio climático. Esto ha llevado a que los países se comprometan a hacer cosas internamente para reducir su huella de carbono. Yo creo que esa forma de presentar el problema es profundamente incompleta e inconveniente, porque la atmósfera es una sola. Lo que importa es lo que le pasa a toda la atmósfera, no la emisión que mi país hace a la atmósfera.
El enfoque debe ser qué puede hacer mi país para reducir, no mis emisiones, sino las emisiones globales Esa es una forma muy diferente de plantear el problema. Si el problema es qué puede hacer mi país para reducir las emisiones globales, yo tengo que formularme dos preguntas: qué cosas va a necesitar un mundo que se quiere descarbonizar, y cuáles de esas cosas puedo yo fabricar, producir en mi país y vendérselas al mundo para que pueda descarbonizarse. Y ahí hay un conjunto de cadenas de valor muy importante que van a tener que crecer muy rápidamente en un mundo que se quiere descarbonizar. Y la pregunta es cómo puede América Latina participar en esas cadenas de valor.
Para que el mundo se descarbonice, va a necesitar electrificar todo lo que pueda, y hacer esa electricidad de manera limpia, como el transporte con los vehículos eléctricos. O sea, hay muchas áreas de producción que están involucradas en crear las cosas que permitirían que el mundo se descarbonice. Muchas de ellas requieren minerales críticos. América Latina es potencialmente rica en esos minerales críticos. Bolivia es el país que tiene las reservas de litio más grandes del mundo; Chile y Argentina también tienen reservas de litio gigantescas, y las de cobre de América Latina son enormes. Hay todo un rol que puede jugar la región en facilitar la descarbonización del mundo.
El segundo asunto importante es que un mundo que se quiere descarbonizar va a querer usar sol, viento, el recurso hídrico, pero esa energía verde es muy difícil de transportar, prácticamente imposible. Y eso tiene que llevar a que el mundo trate de ubicar las actividades intensivas en energía en lugares que tienen acceso a energía verde barata. Bueno, América Latina tiene el desierto de Atacama, que es el mejor lugar del mundo en materia de radiación solar, y muchos lugares con dotaciones de viento muy atractivas y muchísimo potencial hídrico.
Entonces, la pregunta es cómo puede América Latina desarrollar sus fuentes de energía verde, no para reducir su huella de carbono, que de hecho no es tan grande, sino para que el mundo pueda disminuir la suya facilitando la relocalización de actividades intensivas de energía que hoy se hacen de manera sucia, para que se desplacen América Latina y hacerla de manera limpia. Creo que en ese sentido, si repensamos el cambio climático, la agenda de descarbonización desde esta óptica, América Latina tiene un rol muy importante que jugar, produciendo lo que el mundo va a necesitar para poder descarbonizarse. Y mientras más el mundo se quiera descarbonizar, más nosotros vendemos, más crecemos, más ganamos.
P/ Usted, particularmente, ha contribuido de manera significativa al concepto de complejidad económica. ¿Qué papel cree que juega la diversificación económica en la promoción del crecimiento sostenido en nuestros países de América Latina y el Caribe?
El activo más importante que tiene una sociedad es el conocimiento productivo con el que trabaja, y que tiene unos componentes fáciles de acceder, o sea, el conocimiento que está incorporado en herramientas y materiales: traes un contenedor y ahí está el conocimiento cristalizado en esas cosas. El conocimiento codificado en recetas, fórmulas, algoritmos, manuales, lo pones en el internet y lo transmites y todo el mundo tiene acceso a él. Pero también se necesita de conocimiento tácito, que solamente puede ubicarse en cerebros, esto que llamamos el know-how. ¿Y cuánto es el know-how de una sociedad? Depende no solamente o principalmente de cuánto saber hacer tiene en promedio la gente de esa sociedad, sino de qué tan distinto es el conocimiento de las distintas personas. No se trata de cuántos años de escolaridad tiene en promedio el país o cuánto obtuvieron en el examen PISA, sino qué tan diferente es lo que sabe hacer una persona con respecto a otra.
Para operar una empresa moderna en el mundo de hoy, tienes que saber de contabilidad, de finanzas, de mercadeo, de producción, de manejo de recursos humanos, de impuestos, de contratos, de procura, en fin, de una gran cantidad de cosas. Eso no cabe en una sola cabeza, sino en un equipo con conocimientos diferenciados, donde juntos pueden hacer cosas. De modo que la complejidad económica lo que trata de medir es cuánto sabe una sociedad. Y parte de la forma como opera el método es que una sociedad sabe más, sabe hacer lo que hace. Entonces, yo puedo mirar lo que haces para inferir cuánto sabes hacer, porque para hacer algo tienes que saber hacerlo.
Y cuando miramos a América Latina desde esa óptica, tiene pocos niveles de conocimiento productivo, operativo. Eso se refleja en que no sabe hacer muchas cosas, está poco diversificada. Y las cosas que sabe hacer no requieren mucho conocimiento, son de relativamente baja complejidad. No se requiere tener equipos humanos muy diversificados, con conocimientos muy distintos, para poder abarcar todo el conocimiento que ese producto requiere. No estamos haciendo cosas muy complejas. Y eso se refleja en que nosotros no solamente tenemos índices de complejidad relativamente bajos, sino que nuestra brecha de complejidad con los países avanzados ha estado creciendo.
Por lo tanto, yo diría que sí, que el desarrollo productivo de la región depende fundamentalmente de nuestra capacidad de absorber conocimiento, de ponerlo en distintos cerebros, etc. Esta diversidad del conocimiento permite hacer más cosas, diversificar la producción, y moverla hacia productos más complejos, que requieren mayor conocimiento.
P/ ¿Cómo pueden los países superar esa dependencia de unos pocos productos primarios y diversificar efectivamente en sus economías para promover también la integración y la participación en las cadenas globales de valor?
Bueno, mira, aquí lo importante es construir sobre lo que tienes. O sea, nosotros encontramos que los países no pasan de producir café a producir aviones de un solo golpe. De pronto, pasan de producir café a producir ciertas manufacturas. Por ejemplo, si vemos la forma como China, Tailandia y Corea se desarrollaron, pasaron de la agricultura a confección y textiles, y de aquí a ensamblar productos electrónicos, a ensamblar automóviles, y a hacer otras cosas más complejas y más complicadas.
En América Latina ha habido un proceso, especialmente en Suramérica, de reprimarización. A muchas de las industrias en las que estábamos protegidos más o menos por la sustitución de importaciones, les fue relativamente mal con la apertura económica. Y lo que ha estado creciendo es el área más primaria, al punto, por ejemplo, de que la región exporta cobre a China, con 30 % de concentrado de cobre. El resto del proceso de refinación y las demás cadenas de valor se hacen en China. Es una buena pregunta de por qué esto está ocurriendo. Yo creo que en parte es porque no les hemos prestado suficiente atención a las fallas de mercado que ocurren en el proceso de diversificación.
Hay muchos problemas del huevo y la gallina, problemas de coordinación, que dificultan la diversificación productiva. En la base, digo, está que si tú te vas a diversificar, tienes que empezar a hacer cosas que no hacías antes. Pero para hacer cosas hay que saber hacerlas. Uno típicamente no sabe hacer lo que no hace. Entonces, ¿cómo es que uno empieza a hacer lo que antes no hacía? Para hacer relojes, se necesitan relojeros. ¿Pero dónde va uno a conseguir relojeros en un país que no hace relojes? ¿Y cómo se convierte uno en relojero en un país que no hace relojes? Entonces, ese problema del huevo y la gallina se tiende a resolver moviéndose hacia actividades que requieren algún conocimiento nuevo, pero no mucho, de modo que no haya muchos problemas del huevo y la gallina que resolver.
Una de las cosas que facilita la diversificación productiva es la inmigración. Porque si yo no sé hacer relojes, bueno, me traigo un relojero de Suiza y, de pronto, él entrena a otros relojeros, y después de una década habrá muchos relojeros locales. Pero esto arranca con un proceso de absorción de conocimientos, trayendo gente. Nosotros tenemos políticas migratorias increíblemente restrictivas y particularmente sesgadas hacia personas altamente calificadas. Uno se imaginaría que el sesgo es para evitar que entren personas de baja calificación, aunque la verdad es que no podemos. No tenemos los sistemas para prevenir que gente de baja calificación ingrese a nuestros países. Pero sí contamos con leyes para prohibir que las empresas formales modernas contraten a los extranjeros de alta calificación. Hay restricción en el porcentaje de extranjeros que pueden trabajar en una empresa. Hay restricciones en el ejercicio profesional. En muchos países, para ser empleado público, hace falta ser ciudadano. Eso incluye a los profesores universitarios, de modo que para ser profesor universitario hay que ser ciudadano. Y si no hay ciudadanos relojeros, no puede haber ciudadanos profesores de relojería. No puede haber extranjeros profesores de relojería entrenando a ciudadanos.
Mucho de lo que hacemos restringe el ingreso de conocimiento. A mí me gusta señalar que la razón por la que Silicon Valley en California es tan exitosa no es por la calidad de su sistema educativo ni de sus universidades. Si miramos a los trabajadores de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas de Silicon Valley, el 54 % son extranjeros, a pesar de que California es un estado que tiene 40 millones de personas. Es del tamaño de un país latinoamericano relativamente grande. Sin embargo, a pesar de esa gran población, 54 % son extranjeros y el otro 46 % no son todos californianos. Solo el 18 % son californianos, los demás vienen de otras partes de EE. UU. De modo que el secreto de Silicon Valley no es su capacidad de generar talento, sino de atraerlo. Y América Latina ha estado compitiendo muy mal en el mercado por atraer talento.
P/ La innovación es, sin duda, uno de los factores que más aporta al crecimiento sostenido. ¿Qué importancia tienen las diferencias en innovación para explicar la brecha de productividad entre América Latina y el Caribe y las regiones más desarrolladas del mundo?
Bueno, aquí hay un área donde estamos mal y otra donde estamos pésimos. Donde estamos mal es en el área en que el mundo inventa cosas y nosotros debemos adaptarlas y adoptarlas. Sencillamente, copiar la tecnología de otros y desarrollar la capacidad de hacerla. En esto, salvo contadas excepciones, como México, Costa Rica, República Dominicana, ha habido muy poca transformación productiva hacia nuevas cosas que no son nuevas para el mundo, pero sí para nosotros. De meterse en equipos médicos, en productos de mayor envergadura, en eso estamos mal. Es un aspecto de innovación, no en la frontera del conocimiento, sino de innovación local, en el sentido de que empiezas a hacer cosas que no hacías antes, que se desarrollaron en el mundo, pero no en tu país. En eso estamos mal.
Donde estamos pésimos es en materia de crear cosas nuevas. En América Latina, estamos como en el 70 % de los niveles de educación terciaria de EE. UU. y viniendo del 10-15 %, hemos cerrado mucho nuestra brecha de egresados de universidades. Quiere decir que nuestras universidades, por ejemplo, en países como Chile y Argentina, están por encima del 100 % de la tasa de participación en educación terciaria de EE. UU., o sea, han cerrado completamente la brecha y de hecho ahora están adelante. A pesar de eso, en esos países, la producción científica está como en el 20-30 % de la de EE. UU. Es decir, estamos cerrando la brecha en materia de educación universitaria, pero mucho más lentamente la de producción de papers científicos.
En cuanto a la brecha de producción de patentes que reflejan estas innovaciones para uso en la producción, estamos estancados en el 2 % de EE. UU. y con tendencia a la baja. Esto significa que tenemos a los universitarios, estamos avanzando algo en ciencia, pero muy poco en materia de cosas aplicadas a la producción reflejado en el término de patentes. Y eso, para mí, muestra que no hemos logrado tener universidades que hagan algo más que docencia. No tenemos a nuestras universidades realmente integradas a las necesidades de conocimiento de nuestros aparatos productivos. Las tenemos medio divorciadas y con una cultura que no las hace ni siquiera querer integrarse a los problemas productivos de sus sociedades. Y ahí hay una gran tarea por hacer. Creo que es uno de los temas aún no abordados de nuestra región.
P/ ¿Cuáles cree usted que son las principales barreras para la investigación y el desarrollo, tanto en el sector privado como en el público, y para la adopción de tecnología en nuestra región?
Aquí hay un problema también, un poco del huevo y la gallina si miras los gastos de inversión de investigación y desarrollo de las empresas latinoamericanas y las comparas con las empresas de otras regiones del mundo –EE. UU., Israel, Corea, etc.–. Las empresas privadas modernas latinoamericanas gastan en inversión y desarrollo menos de un décimo que sus equivalentes en otros países. Aquí, las empresas no gastan en investigación y desarrollo.
Ahora, esto no se resuelve diciendo que deberían gastar más en investigación y desarrollo, porque de pronto no lo hacen porque creen que no hay una caja negra en la que tú metes dinero por un lado y del otro lado sale innovación. Como no creen que esa caja negra existe, no tiene sentido gastar plata en innovación, en investigación y desarrollo. Porque si gastas la plata y no te salen las castañas del fuego, no vas a tener el resultado de esa inversión. Por eso es que hay países donde sí tienen esa caja negra, que transforma dinero en innovación, y entonces, del resto del mundo vienen a hacer gastos de investigación y desarrollo, inversiones de investigación y desarrollo para usar esa caja negra.
Nosotros tenemos empresas que no gastan en investigación y desarrollo porque no tenemos la caja negra que transforma dinero en innovación. Y no la tenemos, en parte, porque nuestro sistema universitario ha estado concentrado solamente en docencia y no en integrarse al aparato productivo. Para hacerlo, debería haber un equilibrio, en que las empresas gastan en investigación y desarrollo y las universidades y centros de investigación reciben el dinero de esos gastos y lo transforman en innovación. Así, se une la demanda por innovación con la oferta de innovación; esa estructura, que es la que está detrás de la innovación en el resto del mundo, no se ha desarrollado en América Latina. Y mi recomendación sería que nos partamos la cabeza para ver cómo salimos de este problema, el huevo y la gallina, recreando estos circuitos de innovación en nuestra región.
P/ Hoy en día, vemos una situación compleja debido a conflictos armados, la guerra comercial entre EE. UU. y China, la política ambiental, en fin, y todo esto sin duda ha influido en el comercio y en la configuración de las cadenas globales de valor. ¿Cuál es su evaluación de la situación de América Latina y el Caribe, y qué espacios estratégicos de respuesta visualiza en el actual contexto global?
Esta es una gran pregunta. Y hay muchos temas que de los que podríamos hablar. Efectivamente, la rivalidad es creciente entre EE. UU. y China, entre, digamos, la zona democrática y la zona más autocrática. América Latina está ubicada en la zona democrática. Pero, sobre todo Suramérica, tiene a China como su principal socio comercial. Los minerales que salen de Perú, Chile, Brasil, la soja y los productos agrícolas que salen de Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay, etc., van prioritariamente a China.
Entonces, América Latina tiene esta dinámica que le genera una situación complicada, donde, por un lado, hay tendencias que la tratan de mantener, digamos, dentro del mundo occidental. Por otro, las dinámicas económicas las hacen aumentar su relación con China. Creo que, en parte, esto genera dificultades que los diplomáticos latinoamericanos deben sortear, pero también abre oportunidades. El mundo está muy, muy preocupado por la concentración del procesamiento de minerales en China. Eso nos debería llevar a tratar de desarrollar cierta capacidad de procesar nuestros minerales, más allá de lo que lo estamos haciendo. Fomentar los conocimientos y las tecnologías para que aparezca una ventaja comparativa en esas actividades que hoy no tenemos, y que de pronto en un mundo que se quiere descarbonizar las podemos desarrollar.
América Latina tiene mucha energía verde, barata, limpia, que si la usamos para procesar nuestros minerales nos va a llevar a tener producto con menor contenido de carbono, que en un mundo que se quiere descarbonizar debería recibir un premio verde. Ese es un conjunto de oportunidades. Por el otro lado, lo que está ocurriendo en el mundo es que se ha hablado mucho de desglobalización, pero ello implica que hay, en cierto sentido, menos comercio internacional de bienes, pero cada vez más de servicios. Y las nuevas tecnologías han permitido deslocalizar ciertas actividades productivas.
Por ejemplo, con el covid-19, descubrimos que lo que hacíamos en la oficina se puede hacer desde la casa, y después nos dimos cuenta de que lo que se puede hacer desde casa se puede hacer desde cualquier otro lugar. Entonces, cosas que antes tenían que hacerse con la gente yendo a la oficina, ahora no tienen que estar ni siquiera en la misma ciudad. Eso está llevando a un gran aumento en el comercio en servicios, particularmente empresariales, y abre un enorme potencial de crecimiento para América Latina, porque si los servicios empresariales se pueden hacer de manera remota, uno podría estar haciendo en América Latina cosas que sirven para tareas productivas en cadenas de valor en países ricos en el resto del mundo. Por ejemplo, me dicen que en Buenos Aires, Accenture, que es una consultora empresarial, tiene 25.000 trabajadores, principalmente para el mercado americano. Eso nos da una idea de la envergadura, el tamaño que puede tener este comercio en servicios empresariales, dada la enorme diferencia en niveles de salario nominal entre, digamos, EE. UU. y América Latina.
Aquí hay una posibilidad de arbitraje. Si nosotros logramos generar la productividad en el desarrollo de esas tareas, podríamos entrar en mercados muy interesantes, donde el hecho de que América Latina es una región relativamente remota, o sea, cuando sus productos van a los mercados de destino, viajan en promedio mucho más que los del resto del mundo. Así, estamos relativamente lejos en materia de bienes, pues en cuanto a estos servicios empresariales, importa más el huso horario, importa más estar, compartir horario de nueve a cinco con otro país que a cuántos kilómetros estás. Y eso hace que América Latina se pueda integrar norte a sur en materia de provisión de servicios empresariales que podrían estar usando a nuestra creciente población con educación universitaria. Creo que por ahí van cosas importantes para explorar.
P/ ¿Cuáles cree usted que son los tres principales desafíos para la región en las próximas décadas, teniendo en cuenta los problemas antiguos de la región y los retos y las oportunidades asociadas, por ejemplo, con el cambio climático y la transformación digital? Es decir, ¿qué oportunidades ve también en el horizonte y qué factores habilitadores nos hacen falta para capitalizar esas oportunidades?
Voy a mencionar un par de temas en los que creo que no estamos bien. El primero es el crimen, o sea, la violencia, el crimen organizado, la inseguridad personal, la seguridad ciudadana. Esta área requiere capacidades del Estado que no han permanecido a la altura. Y eso ocurre por la falta de capacidad de prevención, de persecución, judicial. Hay un conjunto de áreas del sector público donde no estamos bien, y donde el crimen organizado se está volviendo más complejo, con más capacidades organizacionales, de corromper todo el aparato del Estado. De modo que ahí hay un gran reto.
Otro gran asunto es el desarrollo urbano. Nosotros tenemos ciudades bastante invivibles. La gente en las ciudades tiene unos trayectos para ir de la casa al trabajo que son realmente de los más largos del mundo. Se pasan dos, tres horas yendo a trabajar. Y eso refleja una estructura urbana, de uso del espacio, de sistemas de transporte para conectar un punto con el otro, que lleva a estas dificultades de acceso al trabajo. Esto, a su vez, conduce a la alta informalidad. Si uno mira, digamos, la ubicación geográfica en el espacio de las empresas formales y la contrasta con el empleo informal, se da cuenta de que el empleo informal está mucho más desperdigado dentro de las ciudades. Y eso es reflejo del hecho de que la gente encuentra que es tan costoso ir, desplazarse hasta un empleo formal, que acepta uno de mucha menor productividad en el sector informal para ahorrarse esos gastos de transporte.
Creo que es muy importante que repensemos nuestras ciudades, nuestro desarrollo urbano, nuestros sistemas de transporte y de desarrollo de vivienda social. Nuestra vivienda social ha tratado de alcanzar objetivos del número de viviendas que queremos construir, y no de su ubicación e inserción en un mercado laboral potencial. Por consiguiente, tenemos serios problemas en la forma como hemos estado pensando nuestro desarrollo urbano.
Y también tenemos serios problemas en nuestra política de innovación y desarrollo tecnológico. Uno de los mejores países de América Latina en materia de desarrollo es Chile. Tiene mucho litio, es el segundo productor del mundo, pero no tiene un centro de investigación del litio. No cuenta con ningún desarrollo tecnológico para mejorar la extracción directa, en vez de usar el sistema tradicional de evaporar la salmuera donde el metal se localiza. Chile tiene el desierto de Atacama, el mejor lugar del mundo para hacer energía solar, pero cero aporte a tecnología, materia y energía solar.
Cuando hemos tenido un éxito nuestro, como es el caso de la siembra directa en Argentina, donde, con toda la tecnología, con las semillas genéticamente modificadas para ser resistentes a herbicidas, nos han permitido un paquete tecnológico que ha dado lugar a un boom de la soja –soya, como decimos en Venezuela–, y extender la frontera agrícola a zonas donde antes hacían ganadería. En fin, ha habido una revolución en Argentina, en Brasil, en Uruguay, asociada a una innovación tecnológica que tiene mucho de latinoamericana. Nos están faltando ejemplos como ese, podríamos tener muchísimos más, pero no los tenemos.
Finalmente, quiero decir algo. Cuando pensamos en el medioambiente, creo que América Latina ha pecado de ser un poco extremista en sus preocupaciones por la protección. Hay un creciente movimiento antiminería: ya vimos lo que pasó recientemente en Panamá, estamos viendo la imposibilidad de desarrollos mineros en Colombia, en Perú, en Chile. Yo le quiero decir a América Latina que no podemos salvar la atmósfera sin arañar la tierra y tenemos en eso una gran dificultad en balancear la protección global del ambiente con la protección local. Pienso que estamos ahora en un equilibrio en el cual, por re o por fa, el país que tiene las reservas de litio más grandes del mundo, que es Bolivia, hoy produce cero litio o prácticamente cero, y eso no se debe a que no esté el recurso natural, sino que, sencillamente, no hemos desarrollado los marcos legales y económicos para el desarrollo adecuado de nuestros recursos. Esta también es un área importante para discutir.
P/ ¿Cuál cree usted que es el rol que desempeñan organizaciones como CAF -banco de desarrollo de América Latina y el Caribe-, por ejemplo, en la promoción del desarrollo de la región, considerando la heterogeneidad entre nuestros países?
Efectivamente, los bancos de desarrollo tienen un rol muy importante que jugar, mucho más allá del financiero. Son el lugar donde aprendemos los unos de los otros, donde de pronto un país quiere hacer un proyecto en una nueva área, por ejemplo, el financiamiento de la investigación y el desarrollo científico y tecnológico, y eso lleva a que el banco aprenda en el proceso de financiar ese tipo de actividades. Y, una vez que aprende, puede transmitir esos conocimientos para que otros países exploren esos mismos rumbos. Me parece muy importante saber qué cosas quiere el banco aprender a hacer para que otros países puedan aprovechar ese conocimiento. Me parece, por ejemplo, que en materia de esto que me gusta llamar crecimiento verde, los bancos han estado demasiado atrapados en la visión de ver cómo financiar proyectos para reducir la huella ambiental local, la huella de carbono local, y no en cómo insertar a los países de América Latina en las cadenas globales de valor de los productos verdes, de los equipos verdes, etc.
Por ejemplo, en el campo del crimen, cuando yo trabajé en la década de los 90 en el Banco Interamericano de Desarrollo, no podíamos financiar cárceles. Tenemos ciertas limitaciones para meternos en temas más gruesos de violencia. Ahora, siendo América Latina el lugar del mundo con los índices de homicidios per cápita más altos, tenemos que saber controlar la violencia y me parece súper importante que los bancos aprendan de eso, desarrollando proyectos y prestando para generar conocimiento y a transmitirlo. Generar conocimiento a través de sus operaciones, obviamente también a través de sus esfuerzos de investigación local.
Pero lo que le da la ventaja comparativa en materia de aprendizaje es el hecho de que no es que el banco se va a volver una universidad, sino que tiene la posibilidad de aprender de operaciones que no se hacen en una universidad. Ahí, yo creo que ha habido una aspiración, desde hace más de 20 años o 30 años, de convertir los bancos de desarrollo en bancos de conocimiento. Y aunque estamos avanzando en esa área, aún hay mucho terreno por recorrer.