
Mauricio Cárdenas
Doctor en Economía de la Universidad de California, profesor de Práctica Profesional en Liderazgo Global en la Escuela de Asuntos Internacionales y Públicos de la Universidad de Columbia, y director de la Maestría en Administración Pública en Liderazgo Global (MPA-GL) de la misma universidad. Fue ministro de Hacienda de Colombia entre 2012 y 2018, y también de Desarrollo Económico, de Transporte, y de Minas y Energía. Ha sido director del Departamento Nacional de Planeación y, en dos ocasiones, director ejecutivo de Fedesarrollo, el principal centro de investigación de políticas en Colombia.
Entrevista
P./ El desarrollo sostenible involucra objetivos en torno al crecimiento económico, la inclusión social y la protección de la naturaleza. Estos objetivos tienen múltiples espacios de tensión, pero también existen sinergias promisorias. En su opinión, ¿cuáles son los espacios de políticas más promisorios para apalancar las sinergias del desarrollo sostenible en la región?
Bueno, la palabra clave aquí es sinergia, porque no puede haber solo crecimiento, ni tampoco podemos concentrarnos solo en el tema de la protección y la sostenibilidad si no mejoramos las condiciones de vida. Y, por otra parte, tal vez lo más importante para América Latina y el Caribe es cerrar brechas, reducir la desigualdad, que haya más inclusión. Entonces, está bien planteado que se necesitan resolver estos tres problemas al mismo tiempo ¿cuáles son las intervenciones que más nos pueden ayudar?
Indiscutiblemente, tenemos que buscar cómo generar recursos de nuestra propia biodiversidad, protegiéndola, y que estos les lleguen sobre todo a los sectores más vulnerables de la población. Entonces, ¿qué me imagino yo? Una de esas políticas que busquen, ante todo, mejorar las condiciones de vida en zonas rurales, donde la naturaleza es muy importante, que remuneren a estos grupos de la población que hoy son de los más pobres y vulnerables. La figura es cómo logramos traer el capital financiero para invertir en ese capital natural para proteger y que eso nos genere unos ingresos que hoy no tenemos. Puesto en otros términos, tenemos que monetizar esos recursos naturales que hoy no nos dan nada, pero que lo que nos generan de su monetización les llegue sobre todo a los sectores más vulnerables, más pobres de la población, que son los que precisamente habitan en esas zonas rurales.
P./ Las políticas públicas para promover el desarrollo típicamente tienen una incidencia fiscal. Asimismo, algunas tendencias globales como el envejecimiento, el cambio climático y la descarbonización de la economía agravan los desafíos fiscales. ¿Cómo enfrentar el reto que esto implica para la sostenibilidad fiscal? ¿Imagina que son necesarias reformas tributarias profundas? ¿Cuáles son los instrumentos clave?
Uno de los grandes retos que vamos a tener hacia adelante en América Latina y el Caribe, en países como Colombia, es precisamente conseguir esos recursos fiscales, porque hoy tenemos deuda –esta se lleva una parte muy importante de los ingresos fiscales en pago de intereses– pero hay necesidades enormes, apremiantes, de más recursos fiscales. Sin el Estado no vamos a evitar las pandemias, no vamos a lograr reducir las emisiones de gases de efecto invernadero o cerrar las brechas de desigualdad; sin en el Estado va a ser muy difícil desarrollar la infraestructura, la educación. Entonces, ¿cómo se logra eso?, ¿cómo se consiguen esos recursos? Lo primero que tenemos que hacer es dejar de gastar en actividades que no nos resuelven los problemas, que no dan crecimiento económico, que no generan equidad y que no dan sostenibilidad. Hay que replantear el gasto.
Hay muchos rubros del gasto que hoy son superfluos, innecesarios, no contribuyen a esos objetivos. Pero eso requiere firmeza, voluntad, capital político para tomar decisiones difíciles, porque detrás del gasto público siempre hay algún sector que gana y que va a defenderlo. Lo segundo, no podemos seguir subsidiando actividades que generan grandes problemas de sostenibilidad, como por ejemplo, el consumo de los combustibles fósiles. Esos subsidios son regresivos, les llegan a los sectores que no lo necesitan, son malos desde el punto de vista de la sostenibilidad. Tenemos que conseguir que esos subsidios, que hoy demandan muchos recursos del Estado, se vayan desmontando. Y otro elemento acá, es que necesitamos una tributación que sea amigable desde el punto de vista de la competitividad –porque si no, los negocios se van a ir a otros países–, y que al mismo tiempo tenga progresividad. ¿Qué quiere decir esto? Que debe basarse más en las personas, en los individuos, en su capacidad económica propia, y menos en las empresas. Nosotros venimos de modelos y de sistemas donde las empresas son las que pagan la mayoría de los impuestos. Tenemos que irnos moviendo hacia los individuos. Las empresas no son ni ricas ni pobres, los que son ricos y pobres son los individuos y hacia allá debe moverse la tributación.
P./ El desarrollo sostenible demanda políticas públicas bien diseñadas e implementadas, lo cual a su vez exige altas capacidades del Estado. ¿Cómo evalúa las capacidades de los Estados nacionales y subnacionales en la región y qué elementos son necesarios para mejorarlas?
A ver, las capacidades del Estado tienen muchas dimensiones. Se pueden definir de muchas maneras. Una, la fiscal, que ya estábamos comentando, y es la capacidad del Estado de tener los recursos para darle a la ciudadanía bienestar, bienes públicos, equidad. Otra es la capacidad del Estado de hacer valer la ley, las normas, y de que se cumplan. No solo sacando regulaciones y decisiones –que son un saludo a la bandera–, sino que efectivamente las cosas se hagan. Y hay otra capacidad del Estado que es muy importante en América Latina y es dar seguridad. Sin esa seguridad, uno de los grandes problemas que tenemos es que la criminalidad afecta a todo lo demás. La criminalidad genera problemas de bajo crecimiento económico, de exclusión social y, muchas veces, va en contra de la sostenibilidad ambiental porque atenta contra nuestra biodiversidad; es el caso de la minería ilegal o del narcotráfico, en fin.
Entonces, necesitamos capacidades estatales en todos esos frentes, pero eso requiere que seamos conscientes de que hay que invertir en ellas. Estas no surgen de manera espontánea, son decisiones deliberadas. La sociedad tiene que dedicarle una parte de los recursos a construir esa capacidad, a tener mejor burocracia, a tener una rama judicial más eficiente, más profesional, a tener al mismo tiempo una capacidad fiscal mayor. Entonces, hay que invertir. Y esa decisión solo se puede tomar como parte de un acuerdo, de un pacto entre diferentes partidos, entre gente de la derecha y de la izquierda que dice “a todos nos conviene que haya más capacidades estatales” porque eso es independiente del partido que en un momento u otro esté gobernando. Es una decisión deliberada de invertir en lo estatal.
Algo que considero que está detrás de armar esto, de poder construir el rompecabezas de capacidades estatales, es que seamos conscientes de que esto no se hace de un día para otro, que va a requerir un esfuerzo de mucho tiempo, continuo, de ir desarrollando esas capacidades estatales. Entonces, la verdad es que es una agenda de desarrollo, pero aquí hemos tendido a ver al Estado como algo residual y donde en el fondo no se aplican los mismos estándares ni la misma exigencia que se tiene en muchas empresas del sector privado a la hora de escoger la gente que trabaja, a la hora de tener filtros. Hay mucha política detrás de la forma en como se ha ido construyendo el Estado. Y tengo una aspiración, y es que la inteligencia artificial, que hoy se ve con mucha preocupación y cierta aprehensión en el mundo, a nosotros venga a darnos una mano para construir esas capacidades estatales, porque con inteligencia artificial vamos a poder mejorar la eficiencia de la justicia, vamos a evitar la evasión de impuestos, vamos a mejorar la calidad de la educación. Para nosotros, la inteligencia artificial puede ser más una oportunidad que una amenaza. Estoy optimista con eso.
P./ En algunos sectores, las recomendaciones técnicas para resolver los retos pendientes son más o menos claras, pero hay falta de acción en nuestros Gobiernos en la medida en que se necesitan acuerdos de mediano y largo plazo, y compromisos políticos. ¿Cómo podemos transitar las reformas que nos quedan pendientes en un contexto en donde la economía política de las reformas limita la acción?
Otra forma de decir esto es que la polarización nos ha hecho mucho daño, porque no hay un escenario, un contexto para los acuerdos que requieren las sociedades, los cuales son más fáciles de lograr cuando las posturas son moderadas, pragmáticas, realistas, donde los políticos entienden que hay decisiones que tienen impactos y beneficios a largo plazo. De manera que la polarización nos ha hecho mucho daño. ¿Qué tenemos que hacer? Despolarizarnos. Tenemos que pasar a un sistema político donde se premie, ante todo, esa visión pragmática, basada en la evidencia, donde sea posible llegar a acuerdos, donde las personas no se definan tanto por visiones radicales, extremas, sino porque consideren que hay unos propósitos comunes que unen a las sociedades. Pero, obviamente, eso es difícil, porque hoy en el mundo hay una gran ausencia de políticas que podríamos decir que juntan, que unen. Hay más de esa política de los discursos que son llamativos, estridentes y de las emociones, pero a esto de la moderación de políticas del medio, de los acuerdos, del entendimiento, tenemos que darle emoción. Tenemos que decir que lo verdaderamente emocionante debe ser que los países puedan progresar y que se pueda llegar a acuerdos y consensos.No más esta política de espectáculo que se confunde entre los shows mediáticos y lo que realmente debe ser el ejercicio de la política, que es ayudar a la gente a mejorar sus condiciones de vida. Debemos tratar de encontrar ese punto donde todos podamos llegar a unos consensos básicos.
P./ Considerando los dos pilares centrales de la mitigación energética, electrificación verde, incremento de la tasa de electrificación, penetración de fuentes renovables no convencionales y adopción de combustibles sostenibles, ¿cuáles considera que son los principales desafíos para promover su adopción y cuáles son los instrumentos más potentes para acelerar la electrificación del consumo, la generación verde y la adopción de combustibles sostenibles?
Hay que empezar diciendo que América Latina y el Caribe está en una posición privilegiada en el mundo con respecto a la energía eléctrica y, sobre todo, a la energía eléctrica limpia con fuentes renovables. Nosotros tenemos ese gran activo y debemos aprovecharlo. Dado que somos capaces, Podríamos ofrecer productos de la agricultura y de la industria con baja huella de carbono porque nuestra energía eléctrica es limpia, pero tenemos que descarbonizarnos aún más. Todavía usamos mucho los combustibles fósiles, por ejemplo, para el transporte. Entonces podemos pasar a la electrificación del transporte y para nosotros en América Latina sería un gran beneficio.
¿Cómo podemos hacer eso? ¿Qué hay que hacer? Bueno, esencialmente, hay que electrificar el transporte público, pero también una parte importante de nuestra industria. Tenemos que buscar mecanismos para que la energía eléctrica sea la fuente de energía en muchas de las actividades donde hoy seguimos usando combustibles fósiles. Y un capítulo central en América Latina y el Caribe es la agricultura. Podemos ofrecer más productos agrícolas, alimentos para el mundo, ser su despensa con productos de baja huella de carbono. Eso significa mejorar mucho la utilización de los agroquímicos, los fertilizantes, los abonos, los pesticidas. En eso tenemos que hacer un gran cambio para reducir la utilización de combustibles fósiles. Pero si usted me pregunta, la gran contribución de América Latina a la descarbonización global está en la reducción de la deforestación. Ese es el primer paso.
Nosotros tenemos que dejar de destruir nuestra biodiversidad, protegerla y buscar que el mundo pague por eso, porque esos servicios ambientales van a ser de utilidad para todos. Porque una hectárea protegida con bosques, con selvas en América Latina, es una hectárea que le va a ayudar mucho a todo el mundo a mantener una actividad económica dinámica y unas condiciones donde no tenemos que parar la economía global por cuenta de la descarbonización. El que América Latina pueda descarbonizar al mundo haciendo la captura de esos gases efecto invernadero va a ser una gran oportunidad desde el punto de vista económico, y tenemos que ver cómo la vamos a aprovechar.
P./ ¿Cuál es su visión sobre el papel del gas natural en la transición energética en la región y el mundo? ¿Cómo evalúa los riesgos del fomento del gas natural y su repercución en una mayor producción y dependencia del petróleo debido a los yacimientos asociados y al vínculo entre las cadenas de valor del petróleo y gas? ¿Qué elementos deben ser tenidos en cuenta para que la integración del gas natural en la estrategia energética sea compatible con la descarbonización a largo plazo, es decir, para limitar el efecto locking?
A ver, América Latina y el Caribe es una región que no podríamos decir que es particularmente rica en gas natural. Hay países que tienen gas natural como: Argentina; Perú; y Colombia, que más o menos mantiene su autosuficiencia; Trinidad y Tobago y Venezuela son países que tienen mucho gas natural. Brasil está ahora incrementando su producción, aunque todavía es un importador. El grueso de América Latina y del Caribe importa gas natural. Entonces, para los importadores, desmontar esas importaciones y pasar a la electrificación de las economías lo más rápidamente posible es lo deseable. Y para los países que tienen gas natural, evidentemente, hay una oportunidad para ir reduciendo el uso de petróleo y de carbón, concentrándose más en el gas natural que tienen. Argentina, Colombia, Perú y Brasil deben aprovecharlo en la medida que van teniendo más capacidad de producirlo, para disminuir el consumo de los combustibles fósiles líquidos y, con el tiempo, pasar a la electrificación. Pero para estos países que tienen gas natural, lo importante es que nos dan tiempo mientras vamos avanzando en la electrificación. Es un combustible fósil de transición, pero hace que esta sea más fluida, menos costosa y sobre todo, permite que la economía se vaya ajustando y acomodando, que no sea una parada súbita, en seco, donde simplemente vamos a dejar de consumir combustibles fósiles de un día para otro, sino que podemos seguir consumiendo el gas natural. Por eso yo estoy muy en la línea de que los países tienen que seguir buscando gas natural y tienen que construir la infraestructura que se necesita, como en Argentina, para poder consumir ese gas natural y reemplazar importaciones. Lo principal es reemplazar las importaciones de gas natural.
P./ Entonces, la región muestra un rezago en materia de infraestructura, incluida aquella que es clave para el comercio y las telecomunicaciones. ¿Qué factores institucionales limitan la expansión de la infraestructura y el correcto mantenimiento de la infraestructura existente? ¿Cómo podemos cerrar esta brecha de infraestructura?
Es uno de los grandes problemas que tiene América Latina. La región es muy homogénea, muy compacta por su cultura, por su historia, por su idioma, por sus costumbres. O sea, América Latina realmente tiene muchos elementos que la unen, pero es mucho lo que la divide y es precisamente la falta de conectividad entre los países. Esta es una región donde el comercio entre los países es bajísimo, si se compara con Asia o con Europa; no comerciamos entre nosotros y esa es una de nuestras grandes debilidades económicas. Y, por cierto, eso es lo que nos ha llevado también a depender tanto de los productos primarios que salen de nuestros países al resto del mundo, pero no hay un comercio entre nosotros –de industria, de productos agrícolas–. Este muy precario, y eso en buena parte es debido a que no hay buena infraestructura que nos conecte.
Entonces, uno de los grandes problemas que tenemos, y precisamente uno de los grandes retos, es construir esa infraestructura para el comercio, porque es la que nos va a dar oportunidades económicas hacia adelante. Hasta ahora ha sido muy difícil construirla. Cada país le da prioridad a una infraestructura mirando hacia adentro, a sus necesidades, a conectar sus centros de población en el interior del país o su país con los puertos, pero tenemos que darle una prioridad y ahí es donde los organismos multilaterales juegan un papel fundamental, porque son los que pueden realmente articular las necesidades de varios países. Y aquí estoy hablando no solo de carreteras, es muy importante también la infraestructura de conectividad, por ejemplo, en temas como la energía eléctrica, para que podamos moverla de un país a otro. Colombia es un país particularmente rico en energía eléctrica –tiene los ríos, tiene el sol, tiene los vientos– pero hay otros países en la región que no presentan esas mismas condiciones. Podríamos estar intercambiando energía eléctrica. Entonces, la infraestructura para una mayor conectividad, una mayor integración entre nuestros países es la prioridad y esa es la gran apuesta de los próximos cincuenta años. Si no hacemos eso, América Latina nunca va a poder superar realmente sus problemas de desarrollo.
P./ La mitigación de emisiones del sector energético con frecuencia reviste una asimetría de costos y beneficios. Mientras que los beneficios climáticos de la mitigación son globales, los costos más visibles son de carácter local, como es el caso de los impactos de la minería y la infraestructura de transmisión. ¿Cuáles considera que son los mejores mecanismos para superar estas barreras y cómo mejorar el balance para las comunidades locales?
La descarbonización requiere de una infraestructura, de unos minerales; si no, no hay energía solar ni eólica y no vamos a ser capaces de desarrollar, por ejemplo, el hidrógeno verde. Necesitamos esa infraestructura y los minerales, que se conocen generalmente como minerales críticos. Si vamos a resolver el problema de emisiones, es decir, si vamos a ser exitosos en la mitigación, tendremos que desarrollar esos minerales y construir esa infraestructura. Y ello afecta a muchas comunidades locales que están en las zonas donde se va a hacer esa infraestructura y donde se encuentran esos minerales. Entonces, esas comunidades tienen que ganar, y la ganancia tiene que ser en empleo, en ingresos, pero también en calidad de vida. Parte aquí del ejercicio es asegurarse que haya condiciones equitativas para que el desarrollo de esos proyectos realmente irrigue de bienestar y de beneficios a esas comunidades. Le vamos a prestar un gran servicio a la humanidad, porque si reducimos las emisiones nosotros, el mundo entero gana.
Hay que buscar también una compensación, una corresponsabilidad. Nosotros no fuimos los que causamos el problema del calentamiento global, los que causamos las emisiones que han generado el problema del cambio climático. Entonces, si vamos a ser parte de la solución, necesitamos también una compensación. Y por eso es que parte de lo que hagamos acá debe ser retribuido con recursos que vengan de las economías del Norte. Ese es un criterio básico de equidad y de justicia en materia ambiental.
P./ La última pregunta. Las nuevas tecnologías pueden mejorar la situación fiscal a través del incremento en la efectividad del Estado, en la fiscalización y la eficiencia del gasto. Sin embargo, también puede erosionarla, por ejemplo, a través del trabajo remoto y las transferencias digitales transfronterizas no registradas. ¿Cómo evalúa ese balance y los desafíos que plantea la tecnología para una administración fiscal efectiva y equitativa?
La tecnología nos va a ofrecer unas herramientas que no conocemos, que no tenemos totalmente adoptadas en nuestros países, pero que van a ser fundamentales para mejorar la eficiencia del Estado, para incrementar la recaudación de impuestos. Esas tecnologías van a ser realmente muy útiles en darnos un salto cualitativo grande en la forma en como opera el Estado.
Yo le creo mucho más a la visión positiva que a la negativa de que va a ser más fácil ocultar transacciones o que la gente se va a ir y va a trabajar en otras partes y entonces no va a cumplir con sus obligaciones tributarias. Por el contrario, yo creo que la tecnología nos va a permitir que las personas puedan desarrollar sus actividades desde sus países, pero para un mercado global. Entonces, en vez de emigrar para tratar de prestar un servicio en otro país, donde la persona sí va a ganar más, pero le va a costar mucho más vivir, el mundo óptimo, el mundo ideal es que pueda seguir haciendo ese trabajo desde nuestros países, pero generando un ingreso que va a ser global, que viene de fuentes internacionales.
Ese sería el mundo ideal, donde nosotros podemos seguir desde América Latina ofreciendo servicios para un mercado global, remunerados desde el exterior, pero manteniendo nuestros costos de vida acá, que son más bajos. De manera que eso eliminaría, por ejemplo, los incentivos a la migración, porque sería más fácil y más rentable para las personas trabajar desde acá y prestar esos servicios hacia afuera. Tenemos que educarnos para esto. Eso requiere más bilingüismo, tener acceso precisamente al conocimiento de esas tecnologías; ese es el futuro. El futuro es el mundo que va a venir a comprar servicios acá, no vamos a tener que exportar la mano de obra, sino más bien exportar ya el contenido de esa mano de obra traducido en bienes y servicios.