Retrato de Augusto de la Torre

Augusto de la Torre

Doctor y magíster en Economía por la Universidad de Notre Dame. Es profesor adjunto en la Escuela de Asuntos Públicos e Internacionales de la Universidad de Columbia y dirige el Centro de Investigación Económica de la Universidad de las Américas (UDLA) en Quito, Ecuador. Trabajó en el Banco Mundial, donde ocupó cargos como economista jefe para América Latina y el Caribe. Fue presidente del Banco Central del Ecuador y trabajó como economista en el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Entrevista

P./ La región ha avanzado en su desarrollo, pero de manera incompleta, porque los niveles de pobreza y desigualdad siguen siendo muy altos, al igual que los niveles de ingresos per cápita. ¿Qué políticas considera usted que son esenciales para fomentar el crecimiento económico y la inclusión social en la región?

Quizás convenga, primero, responder con el argumento de que las políticas que promueven el crecimiento no necesariamente promueven la equidad social. Hubo un tiempo en el que los economistas pensamos que, bajo una serie de condiciones, el crecimiento iba a extenderse hacia los estratos más bajos de la población e iba a generar inclusión social y equidad, pero creo que hemos ido aprendiendo con el tiempo que necesitamos políticas dedicadas específicamente al tema de inclusión y equidad, y políticas dedicadas al crecimiento. Las unas no son sustitutas de las otras. 

Si quieres empezar por el crecimiento, Latinoamérica lleva 60 años de rezago. Creo que la historia nos muestra que, después de la Segunda Guerra Mundial, Latinoamérica perdió la oportunidad de conectarse de una manera más efectiva con los grandes motores del crecimiento que se consolidaron después de esta, a saber, Europa occidental, EE. UU. y Japón. Los países del sudeste asiático se conectaron con Japón, los países del sur de Europa, con Alemania y Europa occidental, y, lamentablemente, la región latinoamericana no logró una integración virtuosa con el gran país de EE. UU. Lo que uno ve en la data es que desde los años 50 en adelante, el crecimiento latinoamericano, a duras penas, se ha mantenido al ritmo del crecimiento mundial y en periodos largos se ha rezagado. Entonces tenemos un problema de crecimiento muy serio, cuyas raíces han sido estudiadas ampliamente, pero que requieren agendas de crecimiento con muchas reformas que no se han dado todavía. 

Por el lado de la inclusión social, tuvimos un fenómeno formidable que se materializó en la década de los 2000 (de 2003 a 2013, particularmente), donde hubo bastante progreso social en la región latinoamericana. Después de ese periodo, que coincidió con el surgimiento de China y con el boom de los commodities, la estructura social latinoamericana se transformó. Te doy un dato bastante obvio: previo a ese periodo, más o menos el 40 % de la población latinoamericana estaba en la pobreza, y esa cifra se ha reducido a la mitad; ahora, cerca del 20 % de la región está en pobreza moderada. Y la clase media –obviamente hay un problema de definición de qué es la clase media– pero según los criterios del Banco Mundial se expandió notablemente. Entonces, ahora, la mayor parte de los latinoamericanos no son pobres, pero tampoco son clase media; se han quedado en esa zona de vulnerabilidad que requiere una nueva política social. 

Entonces creo que, por el lado del crecimiento, necesitamos una agenda mucho más vigorosa, orientada al crecimiento para resolver este problema de décadas y por el lado de la inclusión social, necesitamos un reénfasis, una reconfiguración de la política social para atender a esta nueva estructura social que surgió después del boom de los commodities. Tengamos en cuenta, por ejemplo, que ese 40 % de latinoamericanos que todavía no son clase media, pero que ya no son pobres y que son la mayoría, no se benefician, por ejemplo, de un gran experimento social que tuvo la región, que son las transferencias condicionadas, estos programas de asistencia social que fueron muy efectivos para ayudar a reducir la pobreza. 

Estamos en una etapa en la que hay que prestarle más atención a la seguridad social, a la salud, a las pensiones, a la educación. Por tanto, una reconfiguración de la política social es necesaria, así como encontrar caminos de crecimiento que hasta ahora no hemos logrado hacer. También podemos hablar un poco sobre las agendas que creo que habría que enfatizar en distintas partes de la región.

P./ Precisamente las políticas públicas para promover el desarrollo normalmente tienen una gran incidencia fiscal, y a eso tenemos que sumarle que hay unas tendencias en el mundo, como el envejecimiento acelerado de la población, el cambio climático y la inclinación a la descarbonización de la economía, que agravan en buena parte ese desafío fiscal que tienen las naciones. ¿Cómo cree usted que se puede enfrentar el reto que esto implica para la sostenibilidad fiscal y cómo se imagina, si considera necesarias, las reformas tributarias o qué instrumentos serían claves en este asunto?

Yo diría que las agendas de crecimiento no necesariamente requieren de muchos recursos fiscales. Es verdad que una debilidad que nosotros tenemos está asociada al rezago en la infraestructura regional, y esta podría beneficiarse de mayores niveles de inversión pública. Pero, en general, cuando uno piensa en la agenda de crecimiento para la región, tal vez ahí no sea necesaria una presión tan fuerte sobre los recursos fiscales. Sin embargo, creo que cuando uno piensa en los problemas de equidad y de inclusión social, las soluciones de política pública para encontrar mejores niveles de equidad social sí van a demandar recursos públicos de manera significativa. Por ejemplo, en la región necesitamos, en muchos países, importantes reformas a los sistemas de pensiones para que se vuelvan más sostenibles y más equitativos. Posiblemente, también van a requerir algún tipo de apoyo fiscal, particularmente aquellas pensiones que típicamente no son contributivas, que se financian con recursos públicos para evitar la pobreza extrema en la vejez.

Lo mismo se puede decir de los sistemas de salud pública. Tanto pensiones como salud pública en la región se ven cada vez más afectados por el envejecimiento de la población que está tomando lugar en la región a pasos acelerados y, por tanto, vamos a necesitar rediseños considerables de nuestros sistemas de salud pública que van a tener que atender una demografía distinta, con diferentes problemas de salud, y eso posiblemente requiera recursos fiscales importantes.

Un tercer ámbito, que también puede demandar recursos fiscales sustanciales, es la educación. Sabemos que uno de los caminos para alcanzar mayor equidad es tener acceso a educación de calidad, independientemente del estatus socioeconómico, y eso quiere decir que habrá que invertir recursos importantes, no solo en cantidad, sino particularmente en calidad, para mejorar la educación pública y hacerla más asequible a todas las personas.

Entonces, tienes razón en que parte de las agendas de inclusión y equidad social van a requerir recursos fiscales, y la región se enfrenta entonces con este dilema de que va a necesitar hacer esfuerzos por el lado de la recaudación fiscal, posiblemente eliminando subsidios y gastos innecesarios, para poder dedicar mayores recursos a la equidad social. Sin embargo, yo diría que las agendas de crecimiento —exceptuando el tema de inversión pública en infraestructura y en educación— más bien requieren un Estado inteligente, con muchas capacidades de coordinación, liderazgo y visión para ir armando las reformas estructurales que se necesitarán para promover el crecimiento. Y ahí tenemos una agenda que tal vez no requiera muchos recursos fiscales, pero sí mucha inteligencia de los Gobiernos, mucha creatividad.

P./ Vamos a mirar un poco en detalle algunos sectores. Por ejemplo, en las últimas décadas, se ha observado un cambio en la tendencia en términos de intercambio entre productos industriales y primarios, con una reducción en los precios de los productos industriales a causa de los avances tecnológicos y los aumentos en la eficiencia de la producción. ¿Qué implicaciones tiene esta tendencia para la región y cómo se imagina usted que debería ser el camino de la transformación estructural en el proceso de desarrollo de América Latina y del Caribe?

Estás tocando un tema que es de gran importancia para la región. De hecho, nos ayuda a diferenciar agendas de crecimiento en distintas partes de la región. Los términos de intercambio y la dependencia de los procesos económicos, y de la actividad económica en relación con los precios de los commodities son muy marcados, particularmente en Sudamérica. Sin embargo, en Centroamérica y en México, las variaciones de los precios de los commodities no afectan mucho los términos de intercambio; son dos subregiones que tienen menos volatilidad de términos de intercambio. Sudamérica, por el contrario, como es una zona muy rica en recursos naturales, tiene una gran sensibilidad. Los términos de intercambio de Sudamérica son muy sensibles a lo que pasa con los precios de los commodities. De hecho, son más sensibles los términos de intercambio de Sudamérica a variaciones en los precios de los commodities que África. Entonces, eso lo que marca son visiones y diferentes modelos de agendas de crecimiento para Sudamérica, para Centroamérica y para México. 

Más o menos a mediados o fines de los 80 se bifurcaron las estructuras comerciales de la región. Hasta antes de los 80, era posible hablar de América Latina como un todo, porque tenía estructuras comerciales parecidas y, de hecho, toda la región dependía mucho de los commodities. Desde más o menos los años 90 para acá, lo que tenemos es que México se convirtió en una economía orientada a la manufactura, un centro nodal en la red de comercio internacional con NAFTA y otras reformas. México se volvió una economía mucho más diversificada, con un sector externo fuertemente orientado a la producción industrial. Centroamérica, por otro lado, se orientó a los servicios, no solo de turismo sino también de otro tipo, incluyendo los asociados a su posición geográfica. Y Sudamérica se ha ido concentrando en los commodities, en la producción de commodities industriales o agrícolas. Entonces, la importancia de los términos de intercambio varía mucho en la región y sugiere que Sudamérica deberá tener una orientación de desarrollo muy fuertemente marcada por un esfuerzo de diversificación de su estructura y un buen uso de los recursos naturales que tiene para ampliar la prosperidad en otros sectores. El gran desafío de Sudamérica, por tanto, es desarrollar actividades económicas que sean competitivas internacionalmente, más allá de los commodities, y eso requiere mejorar el valor agregado en el sector de commodities mismo, pero también diversificar.

Hay una agenda bastante distinta. Por ejemplo, Centroamérica es una subregión que no puede depender de los commodities y por tanto, debe hacerlo de su capacidad de desarrollar servicios de mayor productividad. México necesita encontrar su camino, un poco como Asia, basada en la exportación de manufacturas. Entonces, el tema que tú mencionas de los términos de intercambio tiene una incidencia muy distinta en diferentes partes de la región.

P./ Profesor, ¿cómo cree que debería ser el futuro del sector agrícola, dado que esta es una región que tiene una ventaja corporativa grande en la producción de alimentos?

Tienes toda la razón, la región es rica en recursos naturales. Sudamérica es una región con una capacidad de producción agrícola enorme, una región con mucha agua y hasta cierto punto uno puede pensar que América Latina puede encontrar parte de su camino para el crecimiento explotando mejor su capacidad agrícola. Tenemos una parte del mundo que está creciendo muy rápidamente y es Asia, no solo Asia del Sur, sino el Sudeste Asiático, que requiere cada vez mayor alimentación y más sofisticada. Y América Latina puede ser un proveedor a nivel global muy importante en productos agrícolas. 

Yo creo que una buena parte del futuro de América Latina está conectado con la agricultura. Sin embargo, el sector agrícola está sujeto a problemas climáticos y requiere de una buena política pública. Creo que hay éxitos muy grandes en América del Sur, por ejemplo, tienes todo el Cerrado en Brasil, tienes toda la producción de soya en el Cono Sur que ha sido bastante exitosa, también el salmón y el vino y las frutas. Pero me da la impresión de que gran parte del esfuerzo de crecimiento de América Latina va a estar conectado con el sector agrícola, que también tiene un vínculo muy importante con el sector de turismo porque nuestra agricultura es parte de la gran belleza topográfica que tiene la región. Entonces, los activos naturales, culturales, geográficos, de América Latina tienen que conjugarse de alguna manera con este proyecto para sacarle mayor provecho a sus capacidades en el sector agrícola y agroindustrial, junto con sus capacidades para atraer el turismo, dada su privilegiada belleza geográfica y su riqueza de activos culturales.

P./ Quisiera también hacer zoom en el comercio internacional y las conformaciones de cadenas globales de valor, puesto que estamos asistiendo a una serie de factores geopolíticos como los conflictos bélicos, la guerra comercial de EE. UU. con China y otras tendencias globales como el tema ambiental, el TIC. ¿Cómo evalúa usted esa situación con respecto a la región y qué respuesta estratégica se imagina en este contexto global?

Yo creo que para América Latina no hay una opción realista de crecimiento que no implique una integración más saludable y más vigorosa con el resto del mundo, no solo en el ámbito del comercio internacional, sino también en el de las finanzas y de los mercados de inversión directa extranjera. Entonces, la integración internacional de América Latina no ha sido tan beneficiosa ni tan completa para el crecimiento comparada con la integración de los países del Sudeste Asiático. 

Cuando uno ve la data de países que no son grandes, que son economías medianas y pequeñas, queda clarísimo que la capacidad de crecer está muy asociada a la capacidad de exportar y del vigor y la dinámica de las exportaciones. Esto requiere que la región encuentre sus nichos, se integre, y es una región que no logró hacer esto, en parte porque durante los años 60 y los años 70, América Latina se embarcó en un gran experimento de tratar de crecer con base en la sustitución de importaciones y la producción manufacturera. Ese experimento no alcanzó lo que la región aspiraba y más bien nos dejó con ciertas debilidades en nuestra capacidad de integrarnos internacionalmente. Cuando uno ve en general, en promedio, la integración de América Latina a las grandes cadenas de valor, lo que encuentra es que estamos conectados al comienzo de la cadena, con productos primarios, o al final de la cadena con ciertos productos finales. Y los estudios que se han hecho muestran que los países que han tenido mayor éxito en el crecimiento, típicamente, tienen conexiones multidimensionales y variadas con las cadenas globales de valor, en particular, se encuentran muy insertadas en los segmentos intermedios. Eso sugiere que cuando se está en el medio de la cadena, los países tienen más opción de aprender, adquirir y desarrollar nuevas tecnologías, y mejorar la calidad de lo que hacen porque tienen, por un lado, que importar, y por otro, exportar. 

Creo que la gama de aprendizaje y de cambio tecnológico que tiende a materializarse con la inserción en las zonas intermedias de las cadenas globales de valor es mucho más beneficiosa para el crecimiento y para el empleo que insertarse solo al comienzo o al final, que es lo típico de América Latina.

Entonces, el tema de comercio internacional, del desarrollo del sector transable, no solo de exportaciones que encuentran nichos de calidad en el mundo, sino también de sustituciones eficientes de importaciones, es un proceso muy importante. Yo soy un convencido de que, en ese sentido, la estructura importa para el crecimiento. Hay algunos economistas que piensan que lo único que importa es ser productivo en cualquier cosa que uno produce, pero yo tiendo a pensar que no solo es ser productivo y eficiente sino tender a producir más, orientarse hacia la demanda externa, hacia el sector transable. Esa estructura me parece a mí que ofrece una gama más amplia para crecer con base al aprendizaje, al desarrollo y la adopción tecnológica. Por tanto, el comercio internacional como avenida para el crecimiento es un tema importante y lamentablemente la región tiene una historia de una inserción bastante imperfecta en los mercados internacionales. Ese desafío para la región es aún más grande porque el mundo se está tornando menos amigable para la apertura comercial. Uno siente que más bien se empiezan a ver fragmentaciones regionales y, en los países avanzados, incluyendo EE. UU., tendencias muy fuertes hacia el proteccionismo. Entonces la región tiene que encontrar caminos para insertarse en el mundo en un contexto de política internacional menos amigable con la apertura comercial. Y ese es un gran desafío, lo cual también implica que a la región le conviene desarrollar actividades de exportación en productos que no desplazan a las fuerzas laborales en los países avanzados, sino que son complementarias. A mí me parece que por eso inclina mucho el proceso de crecimiento en Latinoamérica en favor de asuntos como los servicios de turismo, de bienestar, de atención médica y los jubilados europeos o norteamericanos que pasan a residir en la región. Entonces eso pasa por una agenda en la que la región tiene que volverse más atractiva, no solo para el capital, sino para la gente, para los ciudadanos del mundo que quieren visitar sitios interesantes en la región. Eso es un gran desafío porque, primero, la región no ha tenido un desarrollo muy exitoso en este aspecto comparado con otros países del mundo, sino también porque presenta problemas que le dificultan ser un lugar atractivo, entre ellos, los problemas de seguridad. 

La región tiene que ir superando esto, porque a mí me parece que gran parte del desarrollo económico va a estar en su capacidad no solo de atraer capital, inversión extranjera directa, sino también gente como jubilados, turistas, etc.

P./ Me da usted pie para la siguiente pregunta, porque la automatización, la inteligencia artificial y todo esto que venimos hablando también produce cambios profundos en los mercados del trabajo y las estructuras productivas de los países. ¿Cuáles cree que son los sectores estratégicos que merecen especial atención, no solo desde el sector privado sino también desde el público, y cómo mitigar los impactos negativos de la reasignación intersectorial del empleo?

No creo que alguien pueda predecir con precisión cómo se va a ver afectado el mercado de trabajo a nivel local, regional e internacional como resultado de este proceso de rápido cambio tecnológico, de digitalización y, ahora, con la expansión muy importante de herramientas conectadas con la inteligencia artificial. Los economistas sabemos que ciertos cambios tecnológicos desplazan algunos empleos y a veces los destruyen. Cuando se inventó la máquina a vapor o las tecnologías industriales en el siglo XIX, obviamente ciertos trabajos murieron o fueron desplazados, pero se crearon muchos otros. Entonces el cambio tecnológico tiene este efecto disruptivo porque en efecto desplaza o destruye ciertas actividades que emplean bastante gente, pero genera otras necesidades. Lo que creo que va a ser vital para América Latina es su capacidad de adaptarse a los impactos de este gran cambio tecnológico, por ejemplo, de la inteligencia artificial y la digitalización en el mercado de trabajo. Aceptar que va a haber algunos tipos de actividades y trabajos que a lo mejor son sustituidos por la tecnología, pero la misma tecnología que sustituye unos trabajos va a generar espacios y necesidades de trabajo humano en otros lados. Me imagino, por ejemplo, que la inteligencia artificial, con todas sus bondades y sus lados oscuros, podría darle mayor importancia a la capacidad del ser humano de usar su juicio, su buen juicio –este no es fácil reemplazar– o simplemente la cercanía humana, la atención, los cuidados, especialmente para las personas que tienen problemas de salud o que están envejeciendo. Me imagino que estos cambios en el mercado de trabajo van a generar mucha más demanda para trabajos asociados al contacto humano, a las relaciones interpersonales, al buen juicio. Y la región necesita estar atenta a esos espacios que se van a ir abriendo, al tiempo que deberámitigar los dolores de la transición en ciertos tipos de empleos que el cambio tecnológico, la inteligencia artificial y la digitalización van a ir produciendo. No creo que tenemos una fórmula simple. Me parece que la capacidad de adaptación de la política pública va a ser importante porque hay elementos muy impredecibles en este proceso. 

P./ Bueno y para cerrar esta mirada sobre los sectores, la región muestra un rezago en materia de infraestructura, incluida la que es clave para el comercio y para las telecomunicaciones. ¿Qué factores institucionales cree usted que limitan la expansión de la infraestructura y el correcto mantenimiento de la ya existente, y cómo se imagina que se puede cerrar esta brecha?

Primero, hay que reconocer que hay un espacio que tiene que ser juzgado por el sector público. Yo creo que cuando está bien pensada, la inversión pública es complementaria a la inversión privada. Y no solo que es complementaria a la inversión privada, sino que hala: buenas iniciativas de inversión pública en zonas en las que es difícil que la inversión privada entre por la complejidad institucional o por los riesgos, etc., van a tener que estar lideradas por un sector público inteligente. La región necesita volver, incluso, a priorizar mejor la inversión pública, dada la escasez de recursos fiscales, y asegurarse de que sea un catalizador y complementaria a la privada. La región se ha metido en inversiones públicas que han sido elefantes blancos o que le han llevado a callejones sin salidas. Mucha de la inversión pública se ha ido en empresas públicas que han terminado siendo muy ineficientes, llenas de corrupción y con problemas de distinto tipo. Entonces, a la región le interesa cómo reconfigurar la inversión pública, pero el déficit de infraestructura que tenemos, incluyendo el que mencionabas en comunicaciones, transporte, etc., va a requerir mucha inversión privada y muchas estructuras de inversión en las que van a tener que participar no solo los privados sino también las entidades multilaterales en distintos puntos. Son estructuras complicadas, y esto requiere de contratos bien armados, de alianzas público-privadas. Las alianzas público-privadas son un arma de doble filo. Si los contratos no están bien diseñados, terminan siendo un peso fiscal muy grande en el futuro porque se van activando, porque los costos se empiezan a exceder, las renegociaciones de los contratos se repiten a menudo y las garantías que el estado ha dado para poder armar estas alianzas muchas veces se activan y terminan volviéndose un gran peso fiscal. Entonces, estas alianzas público privadas son muy importantes, pero hay que hacerlas con un cuidado enorme, asegurándose de que los contratos están suficientemente bien diseñados para que el sector privado, de hecho, no le desplace los riesgos y los costos al sector público, sino que asuma costos y riesgos y sea una relación fructífera. Pero creo que el rol de las entidades multilaterales, la inversión privada, estas asociaciones público-privadas en contratos bien diseñados, son una parte importante de la solución a este gran déficit que la región tiene en el ámbito de la infraestructura.

P./ Precisamente, al final de su respuesta introdujo a la perfección el siguiente tema, que es el del multilateralismo. ¿Qué papel juegan esos organismos multilaterales en el desarrollo de la región? Y dejando un poco de lado todo lo que tiene que ver con financiamiento exclusivamente y mirando las alternativas en términos de servicios, de conocimiento o de coordinación entre países, ¿cómo deberían adecuarse estos organismos para cumplir mejor su propósito?

En la medida en que el mundo se interconecta más y la complejidad de los temas globales y regionales va creciendo, el rol de las entidades multilaterales se vuelve más importante. Pero estas entidades multilaterales necesitan reinventarse en el camino para adaptarse a las nuevas condiciones de los países. 

En particular, cuando vemos a Latinoamérica, una región en la que la mayor parte de la población ya no es pobre, pero tampoco es clase media, una región que ya es de ingresos medios, el papel de las multilaterales tiene que ir más allá del financiamiento y tiene que verse, en mi opinión, como un acercamiento entre las multilaterales y los países, más basadas en un enfoque de cartera, de portafolio. Los servicios que las multilaterales necesitan traer a los países no solo son el préstamo de uno u otro tipo, sino también estos servicios de conocimiento, de asesoría, de ser un observador imparcial que puede facilitar el debate y aportar con insumos al debate, y estas capacidades que tienen las multilaterales de coordinar y de reunir a distintos actores y ayudar a que haya relaciones de mutuo beneficio. Entonces creo que se trata de una especie de cartera de servicios que las multilaterales tienen que hacer más balanceada. 

Posiblemente, los servicios financieros tienen que adaptarse más a los países de mediano ingreso. Estos países aprecian muchos servicios que les ayudan a manejar sus riesgos. Entonces, préstamos contingentes, préstamos de seguro y garantías pueden volverse servicios financieros más importantes.

Pero este tema de asistencia técnica, de servicios de conocimiento, de aporte al desarrollo, de buena política pública, de facilitación de los debates sobre las reformas, y estas capacidades que tienen las multilaterales de coordinarles a los países para resolver conjuntamente asuntos regionales. 

Por ejemplo, la infraestructura, que tiene un aspecto transfronterizo muy importante y los países de la región no se coordinan apropiadamente al respecto, a mí me parece cada vez más importante. Yo creo que es esencial que las entidades multilaterales se adapten a las nuevas condiciones de la región. Estas siguen siendo una fuente importante de financiamiento, pero tienen que ir mucho más allá y englobar los servicios financieros dentro de un conjunto de servicios que se complementan entre sí y que juegan entre sí. Y eso me parece que requiere un diálogo mucho más fructífero en los países, que afortunadamente sí tiene mucho potencial entre los países y las multilaterales, porque las multilaterales han logrado tener más cercanía en los países, incluso a través de una gran descentralización de oficinas regionales y locales que tienen la CAF, el BID, el Banco Mundial en los países, para mejorar este diálogo del cual yo creo que surge una relación mucho más multidimensional.

P./ Y en ese sentido, ¿cuál cree usted que es el rol diferenciador de CAF en la región?

CAF cuenta con algunas ventajas que las otras multilaterales no tienen, y a mí me parece que muchas están asociadas con la gobernanza. En CAF solo están los países miembros, principalmente, de la región. Hay algunos países invitados, pero la gobernanza no está dominada por los accionistas más ricos del mundo, como es el caso del Banco Mundial e incluso del Fondo Monetario y del BID. CAF, entonces, tiene una cierta autodeterminación de los mismos países que ha funcionado bastante bien y que le ha dado una capacidad para entender mejor las cuitas, digamos, de los ministros, y poner más en el centro de atención los intereses propios de los países de la región, en contraposición a los intereses de los países avanzados.Y eso le ha dado a CAF una cierta agilidad, una cierta capacidad de moverse más decisivamente en proyectos, no solo de inversión, sino también de coordinación y de conocimiento. Entonces, yo creo que CAF tiene que utilizar esta característica que es única, una gobernanza más cercana a los países para añadir valor que tal vez el BID o el Banco Mundial no puedan, porque tiene una gobernanza muy distinta.

P./ En estos términos, el desarrollo sostenible involucra objetivos en torno al crecimiento económico, a la inclusión social y a la protección de la naturaleza. Estos son objetivos que tienen muchos espacios de atención, pero también muchas posibles sinergias. En su opinión, ¿cuáles son los espacios de política más promisorios para apalancar esas sinergias de desarrollo sostenible en la región?

Me gustó mucho el trípode que mencionaste, o sea, el desarrollo económico y social no es reducible a una sola dimensión. Una dimensión es el crecimiento, otra es la sustentabilidad ambiental, otra es la equidad social y quizás podríamos añadir un cuarto vértice, que es la estabilidad macrofinanciera. Como bien dices, encontrar un círculo virtuoso entre esos cuatro vértices es bastante difícil. De hecho, cuando uno ve la historia de la región latinoamericana, lo que uno encuentra es que ha habido periodos en los que la región se ha enfocado mayoritariamente en uno de esos vértices: por ejemplo, en los años 90, la estabilidad macroeconómica fue dominante porque teníamos que superar los problemas de inflación. Luego, cuando la región salía de las dictaduras y también en parte de los años 2000, la región se enfocó mucho en la equidad social, y cuando la región se enfoca en uno solo de los vértices, tiende a olvidarse de los otros o a tomar decisiones que, si bien pueden ir en favor de una dimensión, van en desmedro de otra, entonces es más fácil que las tensiones se materialicen e incluso se entre en círculos viciosos. Es más difícil tener un círculo virtuoso. 

Pero creo que la sabiduría de la buena política pública consiste en buscar complementariedades entre los distintos vértices. Por ejemplo, se puede hacer un argumento muy fuerte de que una buena política fiscal, que sea contracíclica, que sea viable, va a ayudar al crecimiento, en parte porque una buena política fiscal y un buen manejo de la deuda pública va a reducir la prima de riesgo soberana, la cual, a su vez, va a incentivar la inversión privada y los proyectos productivos. Uno puede plantear el argumento de que una buena política de crecimiento va a generar dividendos a futuro con los cuales el país puede, en el ámbito fiscal, vivir con un nivel de deuda más alta, porque va a tener capacidades de pago de esa deuda gracias al crecimiento. Uno puede ofrecer el argumento de que en términos de equidad social, por ejemplo, en la reducción de las desigualdades en América Latina, si las fracturas sociales que existen se van curando, va a convertir a la región en una mucho más atractiva para el turismo. Entonces, hay una conexión, por tanto, entre las agendas de equidad social y las agendas de crecimiento. 

El punto es que si bien pueden haber círculos viciosos entre las distintas dimensiones que son importantes para el desarrollo económico y social —estabilidad macroeconómica, crecimiento, equidad social, sustentabilidad ambiental— y si bien puede haber tensiones y hay que manejarlas y encontrar un buen balance, también existen complementariedades. Y creo que la buena política pública necesita explotar esas complementariedades para que el avance en pro de una dimensión, por ejemplo, del crecimiento, sea compatible y ayude al avance en otra dimensión del desarrollo económico y social, como, por ejemplo, la sustentabilidad ambiental o la equidad social.