El nexo entre las transiciones digital y verde

Las grandes tendencias introducidas en el capítulo 1, asociadas al cambio tecnológico y a la adopción global de políticas para la sostenibilidad ambiental, tienen múltiples espacios de interacción. Entender los desafíos, los espacios de conflicto y las sinergias que tales tendencias plantean resulta clave para el desarrollo de la región. 

Un primer espacio de conflicto entre la digitalización y la sostenibilidad ambiental está asociado a los requerimientos de materiales. A pesar de la naturaleza inmaterial del valor que produce la creciente economía digital, esta depende de un componente físico que le da soporte. Por un lado, los dispositivos que materializan el vínculo entre las personas y el mundo digital: teléfonos móviles, computadoras personales y cada vez más dispositivos de todo tipo que se conectan a la red. Por otro lado, la infraestructura de soporte para el transporte, almacenamiento y transformación de datos, que comprende conexiones físicas de cable o fibra óptica y servidores de almacenamiento y cómputo de datos. Adicionalmente, las políticas para la sostenibilidad también tienen un requerimiento material significativo, pues requieren la elaboración de paneles solares, molinos eólicos, redes eléctricas y baterías. Además, algunas evidencias señalan que la intensidad de materiales de los dispositivos electrónicos, que contempla todos los recursos físicos que se movilizan en su producción, es mayor que el promedio, a la vez que su obsolescencia es acelerada (UNCTAD, 2024). 

Las transiciones digital y verde modifican la composición de la demanda material de la economía y dependen de un conjunto más amplio de elementos, como el litio y el cobalto para baterías, el cobre y el aluminio para las redes eléctricas, el oro y las tierras raras para los dispositivos electrónicos y semiconductores. Esta nueva composición le da mayor relevancia a un conjunto de países de la región. Notablemente Chile, Bolivia y Argentina comparten el triángulo del litio, donde se concentra un estimado 46 % de las reservas globales; Chile, Perú y México, el 36 % del cobre; Brasil, el 26 % del grafito y el 19 % de las tierras raras, etc. (UNCTAD, 2024). La minería requerida para la extracción de estos materiales trae asociados impactos ambientales significativos. La extracción, procesamiento, uso y disposición final de siete metales con demanda creciente por estas tendencias puede incrementar su impacto ambiental entre el doble y el cuádruple para 2060 (OCDE, 2019).

Un segundo espacio de tensión se refiere a la demanda energética asociada a la digitalización. La producción y uso de los dispositivos electrónicos, redes y centros de datos demandan una cantidad significativa de energía que, a la fecha, lleva asociadas emisiones significativas de GEI. En términos de uso, por ejemplo, en 2022, el consumo eléctrico combinado de un conjunto seleccionado de las mayores empresas digitales alcanzó cerca de 125 teravatios-hora (TWh), nivel similar al consumo eléctrico anual de Argentina (139 TWh en 2022) (Ministerio de Economía de Argentina, 2022). Adicionalmente, este avance tecnológico impulsa un acelerado crecimiento del consumo energético de la mano de los nuevos usos, como es el caso de la inteligencia artificial de propósito general. Al respecto, el consumo de electricidad de Microsoft aumentó un 70 % entre 2021 y 2023 hasta alcanzar 24 TWh, período de despliegue al público de las aplicaciones ChatGPT soportadas por la infraestructura de esta compañía (Microsoft, 2024). Si bien la demanda de energía de este sector es en forma de electricidad y resulta comparativamente viable de descarbonizar, el ritmo de crecimiento presenta desafíos para la mitigación de emisiones.

Pero las nuevas tecnologías y la digitalización también presentan oportunidades para la sostenibilidad ambiental, puesto que los desarrollos tienen casos de uso de central importancia. Una primera aplicación tecnológica que se destaca permite potenciar las capacidades de monitoreo. Primero, la disponibilidad creciente de datos provenientes de satélites facilita monitorear parámetros ambientales clave de manera remota y con creciente granularidad temporal y espacial. Esta es una precondición para el control sobre eventos como deforestación, incendios forestales, liberaciones accidentales o deliberadas de metano en la cadena de valor de los combustibles fósiles, minería y pesca ilegal, entre otros. Esta aplicación está habilitada, además, por el desarrollo de herramientas avanzadas de análisis de datos (modelos de aprendizaje profundo para la detección automatizada en imágenes) y la creciente capacidad de procesar datos. 

Un buen ejemplo de esta aplicación es el “Plan de acción para la prevención y control de la deforestación de la Amazonía”, creado en 2004 en Brasil. Este plan se asocia a una reducción de la deforestación de casi 80 % en ocho años desde el máximo registrado en 2004. El componente central de este plan fue la creación del sistema de detección de deforestación en tiempo real (DETER) a partir de datos satelitales (Ferreira, 2023).

En una segunda aplicación, la digitalización puede permitir sustanciales reducciones de emisiones en la transición energética, habilitando mecanismos de respuesta en la demanda de electricidad. Se destacan la interconexión de dispositivos electrónicos y el establecimiento de redes eléctricas inteligentes, que permitan la optimización automática del consumo. El componente central de los sistemas energéticos limpios son las energías renovables no convencionales, principalmente solar y eólica. Estas se caracterizan por su intermitencia: entregan electricidad a un costo marginal virtualmente cero, pero solo cuando brilla el sol o sopla el viento. Las tecnologías mencionadas permiten automatizar la respuesta de la demanda para sacar provecho de los excedentes de electricidad y reducir el consumo en momentos de escasez, lo que evita recurrir a la generación basada en combustibles. Los medidores eléctricos inteligentes y bidireccionales, uno de los componentes de las redes eléctricas inteligentes, son un ejemplo de aplicación. Estos permiten recoger y reportar a los operadores el consumo eléctrico casi en tiempo real y premiar reducciones de consumo de los hogares en momentos de escasez. Adicionalmente, permite a los hogares equipados con paneles solares o baterías (domésticas o de automóviles) inyectar electricidad a la red cuando más se requiere (IDEAL, 2022; AIE, 2023d).

En una tercera aplicación, la digitalización puede permitir ganancias de eficiencia con implicancias para el impacto ambiental. Al respecto, Hubbard (2003) encuentra que la adopción de computadores de abordo en el sector de transporte de cargas carretero resultó en un incremento en la tasa de uso de la capacidad de carga de tres puntos porcentuales, representando beneficios económicos sustantivos. La agricultura de precisión, discutida en el apartado anterior, es otro ejemplo de mejoras en eficiencia y resultados ambientales asociados a la digitalización.