Crecimiento y productividad en América Latina: un análisis agregado
América Latina y el Caribe (ALyC) ha tenido avances significativos en su calidad de vida en las últimas tres décadas. Esto se refleja en un crecimiento de alrededor del 56 % en el ingreso por habitante desde 1990 (gráfico 2.1) y se explica, principalmente, por la acumulación de capital físico y humano en este período, lo que ha permitido aumentar la productividad laboral.
Gráfico 2.1 PIB per cápita, América Latina y el Caribe, 1990-2023 (PPA, USD a precios constantes de 2021)
Entre 1990 y 2023, el acervo de capital físico por trabajador aumentó alrededor de un 80 %, mientras que las capacidades del trabajador típico crecieron cerca de un 34 % (gráfico 2.2). A su vez, el empleo, como proporción de la población, aumentó un 24 % debido, fundamentalmente, al significativo crecimiento de la participación laboral femenina, que pasó del 41 % en 1990 al 54 % en 2023, en promedio, en la región. Sin embargo, el número de horas laboradas por trabajador cayó un 9 % en el mismo período, atenuando parcialmente el aumento del empleo. Como resultado, la productividad laboral por hora trabajada aumentó un 32 %.
Gráfico 2.2 Productividad, capital y trabajo, ALyC, 1990-2023 (1990 = 100)
Pese a este aumento, el rezago de la región con respecto a los países más avanzados es importante. En 1990, el producto por trabajador de ALyC equivalía al 46 % del de la OCDE, mientras que en 2023 alcanzaba un 37 %. Con respecto a Estados Unidos, el retroceso es incluso más acentuado, pasando del 36 % al 27 % en el mismo período (gráfico 2.3).
Gráfico 2.3 Productividad laboral de ALyC como % de la OCDE y EE. UU., 1990-2023
Más dramática aún ha sido la evolución de la productividad con respecto al conjunto de países emergentes y en desarrollo. Si en 1990 la productividad laboral de ALyC era 2,7 veces la de este grupo de países, en 2023, era apenas 1,2 veces mayor.
Esta baja productividad laboral se observa, además, en la mayoría de los sectores, especialmente aquellos en los que lo privado desempeña un papel relevante. Excepto los sectores de Gobierno y de servicios públicos, donde las empresas estatales y las regulaciones tienen una influencia significativa, todos los demás muestran, en promedio, una productividad laboral más baja en relación con la OCDE (gráfico 2.4).
Gráfico 2.4 Productividad laboral en ALyC como % de OCDE y participación del empleo por sector, 2017
Sectores importantes como el comercio, la manufactura y otros servicios, que emplean una porción significativa de trabajadores (23 %, 10 % y 11 %, respectivamente), se caracterizan por la baja productividad laboral, con niveles del 33 %, 39 % y 42 % respecto a la OCDE. Otro sector relevante, la agricultura, que representa el 15 % del empleo en la región, también muestra una brecha significativa, con una productividad laboral del 55 % en relación con el grupo de economías avanzadas.
Un factor determinante del rezago de la productividad laboral es la baja eficiencia productiva de las economías de la región. La productividad total de los factores (PTF), un indicador que refleja cuán eficientemente una economía utiliza sus insumos (capital y trabajo) para producir bienes y servicios, es significativamente más baja en ALyC que en los países más desarrollados. La PTF, según los datos más recientes, equivale aproximadamente a la mitad de la observada en Estados Unidos y a un 60 % de la registrada en la OCDE (gráfico 2.5).
Gráfico 2.5 Productividad total de los factores en ALyC, OCDE y EE. UU., 1950-2019 (ajustada por PPA)
La baja PTF no solo tiene un impacto negativo en la producción, sino que también desincentiva la inversión. Esto se refleja en la escasa dotación de capital por trabajador en la región, que apenas alcanza una tercera parte de la observada en Estados Unidos y la OCDE, pese a haber aumentado sustancialmente en las últimas décadas.
Un análisis de la brecha de productividad laboral entre ALyC y Estados Unidos durante el período 2010-2019 reveló que aproximadamente el 80 % de la misma se explica por las diferencias en la PTF, considerando tanto su efecto directo sobre la producción como su impacto indirecto a través de la acumulación de capital físico1. El 20 % restante se atribuye a diferencias en el capital humano, es decir, en las habilidades y la formación educativa de los trabajadores. Se estima que el capital humano del trabajador típico en ALyC equivale al 70 % del capital humano del trabajador típico en Estados Unidos.
La baja PTF en la región ha sido una constante a lo largo de, al menos, los últimos 40 años. Si bien hasta finales de la década de 1970 la PTF creció casi a la par de los países desarrollados, la aguda caída experimentada en la década de 1980 generó un rezago significativo. A partir de 1990, la PTF ha mostrado una relativa estabilidad con fluctuaciones cíclicas.
Este pobre desempeño de la PTF en la región desde la década de 1980 limitó un crecimiento económico que se ha fundamentado en la acumulación de factores de producción, especialmente de capital físico. Los resultados de un ejercicio de contabilidad del crecimiento para la región ponen de manifiesto esta realidad (gráfico 2.6). Desde 1980, la contribución de la PTF al crecimiento ha sido negativa en 30 de los 44 años analizados, con un promedio de -0,87 puntos porcentuales para todo el período. Por su parte, el capital físico, el capital humano y el trabajo han contribuido en promedio con 1,72, 0,48 y 0,91 puntos porcentuales, respectivamente, para un crecimiento anual promedio del PIB real del 2,23 % desde 1980.
Gráfico 2.6 Contabilidad del crecimiento, ALyC, 1980-2023
Esta situación se refleja en el persistente rezago del ingreso por habitante de la región con respecto a las economías avanzadas. Como muestra el gráfico 2.7, desde 1990, el PIB per cápita de ALyC con relación a la OCDE y a Estados Unidos ha permanecido alrededor del 34 % y el 27 %, respectivamente, mostrando, incluso, una ligera tendencia negativa.
Gráfico 2.7 PIB per cápita (PPA) de ALyC como % de OCDE y EE. UU., 1990-2023
Latinoamérica lleva 60 años de rezago de crecimiento. [A diferencia de otras regiones] Latinoamérica perdió la oportunidad de conectarse de una manera más efectiva con los grandes motores del crecimiento que se consolidaron después de la Segunda Guerra Mundial. […] Lo que uno ve en la data es que desde los años 50 en adelante, el desarrollo latinoamericano a duras penas se ha mantenido al ritmo del crecimiento mundial y en períodos largos se ha rezagado.
Con base en entrevista a Augusto de la Torre
Hemos cerrado muchas brechas en muchos ámbitos, pero no la de ingresos per cápita.
Con base en entrevista a Ricardo Hausmann
Este análisis regional, sin embargo, esconde algunos casos de éxito. Nos referimos a los de Chile, Costa Rica, Panamá, Perú, República Dominicana, Trinidad y Tobago y Uruguay2. Entre 1990 y 2023, el PIB per cápita de estos países se multiplicó por un factor de aproximadamente 3,15 en el caso de Panamá y República Dominicana, y entre 2,18 y 2,65 para el resto. Esto les permitió cerrar la brecha de ingresos con los países más desarrollados. Por ejemplo, en 1990, Panamá y República Dominicana tenían un ingreso por habitante que equivalía al 26 % y el 16 % del de Estados Unidos, y en 2023 alcanzaba el 49 % y el 31 %, respectivamente. Uruguay, el país que creció menos de este grupo, pasó de tener un ingreso por habitante que equivalía al 32 % del país norteamericano en 1990, al 42 % en 2023.
El alto crecimiento de estos países, en contraste con el observado en la región en su conjunto, se explica en gran medida por el aumento de la productividad total de los factores, que en promedio creció un 25 % entre 1990 y 2019, mientras que en la región permaneció prácticamente constante. La PTF jugó un rol particularmente importante en Chile y Perú, donde creció alrededor del 31 %3.
El crecimiento del empleo como proporción de la población total también fue determinante, especialmente en República Dominicana, Panamá y Perú, donde aumentó un 62 %, 59 % y 48 %, respectivamente, frente al 22 % registrado en la región.
Por su parte, la acumulación de capital físico jugó un papel importante en Panamá, República Dominicana y Chile, donde el capital por trabajador se multiplicó por un factor de 5,9, 3,5 y 3,2, respectivamente, mientras que en la región lo hizo por 2,14. Finalmente, el aumento del capital humano fue particularmente elevado en República Dominicana, donde creció un 44 %, en contraste con el 30 % de la región.
De lo micro a lo macro: un breve marco conceptual
Para comprender a fondo qué determina la productividad de una economía y su crecimiento, se deben considerar los factores institucionales y los más directamente relacionados con la actividad empresarial. Los factores institucionales, como la protección de los derechos de propiedad y la calidad de los marcos regulatorios, dan forma al entorno empresarial que, a su vez, afecta el comportamiento y desempeño de las empresas.
Este entorno determina tanto la eficiencia interna de las empresas como la distribución de los recursos productivos entre estas –también llamada eficiencia asignativa–. Estos dos factores definen la productividad agregada. En esencia, una economía será más productiva si tiene empresas más eficientes y si estas concentran mayor cantidad de recursos y tienden a ser más grandes.
Esto, evidentemente, es un fenómeno dinámico influenciado, por el lado de la eficiencia asignativa, por el crecimiento de las empresas existentes y por la entrada y salida de empresas. En cuanto a la eficiencia interna, factores como la innovación, la adopción de nuevas tecnologías y las mejoras en las prácticas organizacionales y gerenciales son cruciales para el aumento de su productividad.
Estos fenómenos, a su vez, están interconectados. Por un lado, los cambios en la eficiencia interna de las empresas están asociados con su crecimiento (Eslava et al., 2023). Por el otro, distorsiones de mercado que limitan el crecimiento de las empresas o la entrada de nuevas tienen un efecto adverso en los niveles de innovación y, por ende, en la productividad.
El Reporte de Economía y Desarrollo (RED), de 2018, titulado Instituciones para la productividad: hacia un mejor entorno empresarial (Álvarez et al., 2018), argumenta que el rezago productivo de la región se debe, en gran medida, a las deficiencias institucionales que afectan transversalmente al sector productivo. El papel que juegan las instituciones económicas en la configuración de un entorno propicio para el desarrollo productivo es crucial.
Para comprender mejor cómo las deficiencias institucionales afectan a las empresas, el reporte profundiza en cuatro ámbitos clave: las relaciones laborales, el acceso al financiamiento, la competencia y las relaciones entre las mismas empresas. Un análisis más profundo de cada uno de estos ámbitos revela desafíos y oportunidades para fomentar el desarrollo productivo de las economías de la región.
Una dimensión del problema de baja productividad de América Latina, por supuesto, tiene que ver con que las distintas empresas tienen en promedio menor productividad que las de los países más desarrollados. Eso es cierto, no solamente hablando de empresas, sino también de cualquier unidad productiva, incluyendo las personas que trabajan por su cuenta propia. Pero, además, hay un factor adicional que uno a veces como que le cuesta más imaginarse y es el hecho de que las empresas más productivas, que son las que más capacidad tienen para absorber más personas como fuerza laboral, pagarles mejores salarios –justamente porque generan más productividad–, […] no crecen tanto como deberían crecer. Es decir, no acaban absorbiendo tantas personas como deberían absorber. Mientras que las empresas de menor productividad, las unidades productivas que menos capacidad tienen para generar buenos ingresos, se vuelven más grandes de lo que idealmente serían. A veces sobreviven más tiempo del que idealmente sobrevivirían.
Con base en entrevista a Marcela Eslava