Capacidades productivas, complejidad y diversificación
El panorama productivo de América Latina y el Caribe tiene su contrapartida en términos de la complejidad y diversificación de las economías de la región, es decir, en el grado de sofisticación y diversidad de sus capacidades productivas (Hidalgo y Hausmann, 2009). Estas capacidades, que incluyen el conocimiento tecnológico, las habilidades de la fuerza laboral, las redes de cooperación entre empresas y la calidad de las instituciones, son las que permiten a un país innovar, adaptarse a los cambios del entorno global, ascender en la cadena de valor y, en definitiva, crecer de manera sostenida.
Sudamérica deberá tener una orientación de desarrollo muy fuertemente marcada por un esfuerzo de diversificación de su estructura y un buen uso de los recursos naturales para ampliar la prosperidad en otros sectores. El gran desafío de Sudamérica, por tanto, es desarrollar actividades económicas que sean competitivas internacionalmente, más allá de los commodities, y eso requiere mejorar el valor agregado en el sector de commodities mismo, pero también diversificar.
Con base en entrevista a Augusto de la Torre
El desarrollo productivo de la región requiere la acumulación de estas capacidades, que se traducirá en economías no solo más diversificadas sino también menos vulnerables a choques externos. Asimismo, los países de la región serán capaces de aprovechar mejor las oportunidades que ofrecen los mercados internacionales y los cambios tecnológicos en curso y futuros.
Para avanzar en este sentido, no hay recetas mágicas. Los países de la región necesitan acometer profundas reformas que les permitan resolver los graves problemas que se han expuesto en este capítulo y, así, promover un entorno productivo dinámico, competitivo e innovador.
Como mensaje final, es importante enfatizar en que el diseño e implementación de estas reformas y políticas deberían estar articulados dentro de una estrategia amplia de desarrollo y ser producto de un análisis riguroso, basado en evidencia, para asegurar su efectividad y sostenibilidad en el tiempo.
La participación de todos los actores relevantes, incluyendo el sector privado, el Gobierno, la academia y la sociedad civil, es crucial para construir consensos y garantizar que las políticas respondan a las necesidades reales del entorno productivo. Además, es fundamental que estas políticas integren los principios de sostenibilidad ambiental y equidad social, reconociendo que el desarrollo económico no debe comprometer el bienestar de las generaciones futuras ni perpetuar las desigualdades existentes.