Un futuro de oportunidades y desafíos

Tres transiciones condicionarán de manera significativa el desarrollo de América Latina y el Caribe en las próximas décadas: la demográfica, la verde y la digital. Junto con estas transiciones, factores geopolíticos recientes como la guerra comercial entre Estados Unidos y China, o los conflictos armados globales, pueden reconfigurar las cadenas globales de valor con implicaciones para la región (Estevadeordal et al., 2024). 

La transición demográfica: una población que envejece aceleradamente 

América Latina y el Caribe todavía muestra una población relativamente joven. Para 2024, la fracción de adultos mayores de 65 años es, en promedio, 9,76 % en América Latina y un poco más de 11 % en los países del Caribe. En contraste, en los países de la OCDE se encuentra alrededor del 21 %.

Gráfico 1.15 Proporción de la población envejecida, actual y futura, por países

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No obstante, en las próximas décadas, la región va a sufrir un rápido e inexorable proceso de envejecimiento. Para 2050, los mayores de 65 años serán el 19 % de la población en América Latina y el 18 % en el Caribe. Vale destacar que mientras a países como Francia y Suecia les tomó 115 años y 85 años, respectivamente, en experimentar un aumento de su población mayor de 65 años, del 7 % al 14 % (Aranco et al., 2018); este fenómeno ocurrirá en la región en apenas 30 años.

Durante el proceso de transición demográfica, la tasa de dependencia1 suele seguir un comportamiento en forma de U, donde la fase decreciente se identifica con el primer bono demográfico2. En promedio, la región ya alcanzó su mínima tasa de dependencia, en otras palabras, ya pasó su primer bono demográfico. Sin embargo, países como Bolivia y Paraguay todavía experimentarán algunos años adicionales con una tasa de dependencia decreciente.

Gráfico 1.16 Evolución pasada y proyecciones futuras sobre la tasa de dependencia

2100

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La dinámica de la estructura de edades de la población y de la tasa de dependencia responde a la esperanza de vida y a la tasa de fecundidad3. Ambos factores se han movido en la misma dirección del mundo desarrollado. En 1950, la esperanza de vida al nacer para un ciudadano latinoamericano era de apenas 50 años, y para una persona nacida en los países de la OCDE era de hasta 65 años. Hoy, los números son 76 y 81, respectivamente. En los últimos 70 años, la esperanza de vida ha crecido en más de 25 años para los latinoamericanos y caribeños. Se espera que estos valores se mantengan al alza hacia finales de siglo, alcanzando 87 años para los latinoamericanos, muy cerca de los 91 años de los ciudadanos de la OCDE. Por otra parte, en este período, la fertilidad ha caído notablemente. Entre 1950 y 2024, la tasa de fecundidad de América Latina pasó de más de seis a alrededor de dos hijos nacidos vivos por mujer en edad fértil. Hacia finales de siglo, se espera que siga cayendo y convergiendo a los niveles de la OCDE, en torno a los 1,7 nacimientos por mujer, valor por debajo de la fecundidad de reemplazo poblacional.

La transición verde: cambio climático y la creciente preocupación por la sostenibilidad ambiental

En los últimos 70 años, las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) se han multiplicado por más de 6. Su mayor concentración en la atmósfera ha llevado la temperatura global del planeta a más de un grado centígrado por encima de la temperatura de la era preindustrial. Los efectos de este calentamiento global son evidentes, con un incremento en la frecuencia e intensidad de eventos climáticos extremos (ver capítulo 4). 

Hemos visto cómo el cambio climático ha causado estragos en todo el mundo, pero especialmente en los pequeños Estados insulares en desarrollo. Los huracanes que experimentamos son más grandes, más feroces y causan más daño de lo que podríamos llegar a comprender.

Con base en entrevista a Karen-Mae Hill

La sostenibilidad del planeta demanda un cambio radical en el modelo de producción. Ese cambio debe traducirse en una considerable reducción de las emisiones de GEI y en una mayor protección del capital natural. Afortunadamente, parece existir un importante consenso global en torno a esta necesidad (ver capítulo 4). 

Frente al cambio climático, este compromiso exige, a largo plazo, una reducción drástica del uso de combustibles fósiles a nivel mundial y su sustitución por fuentes de energía limpias como la solar, la eólica y el hidrógeno verde. En efecto, para 2022, el carbón, el petróleo y el gas representaban el 80 % de los insumos energéticos. Bajo el escenario de cero emisiones netas (CEN) de la AIE, esa contribución caerá al 17 % para 2050. Por su parte, las fuentes solar y eólica, que para 2022 representaban alrededor del 2 %, pasarán a representar el 42 % de la oferta energética para 2050 bajo ese mismo escenario.

Gráfico 1.17 Oferta energética global

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Nota: El escenario de políticas actuales muestra la trayectoria que dichas políticas implican. El escenario de compromisos anunciados asume que todos los objetivos declarados por los Gobiernos se cumplen por completo y en los plazos previstos, incluyendo sus objetivos de acceso a la energía y de cero emisiones a largo plazo. El escenario de cero emisiones netas en 2050 traza el camino a seguir para lograr la estabilización del aumento de la temperatura mundial en 1,5°C y el acceso universal a la electricidad y a sistemas modernos de energía para 2030. Las etiquetas señalan la participación con relación al total en el año de cambio de década. Otras incluyen energía termosolar de concentración, energía geotérmica, energía marina, hidrógeno y amoníaco.

Fuente: Elaboración propia con base en AIE (2021, 2023c).

Esta transformación energética también tiene asociada una creciente demanda de ciertos minerales que son esenciales para las tecnologías de energía limpia. En efecto, bajo el escenario CEN, se estima que la demanda de litio será más de 10 veces mayor a la actual para 2050. La demanda de los otros minerales también crecerá notablemente: la de cobalto se multiplicará por tres, la de níquel, por más de dos, y la de cobre, por más de 1,5.

Gráfico 1.18 Demanda de minerales críticos en el escenario de cero emisiones netas

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La transición digital

Sin duda, las tecnologías digitales4 están produciendo transformaciones profundas en la sociedad. La digitalización de la economía ha avanzado formidablemente con la masiva penetración de las computadoras y del uso de internet, y de otras tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Para 2022, el número de usuarios de internet alcanzó 5,3 billones, dos tercios de la población global (Banco Mundial, 2024c).

Gráfico 1.19 Porcentaje de la población que usa internet

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Sin embargo, este crecimiento ha sido desigual. Aún existen brechas en el acceso entre las economías desarrolladas y en desarrollo. Para 2022, en América Latina y el Caribe, el 78 % de la población tenía acceso a internet, un valor 13 puntos porcentuales menor que en el mundo desarrollado. Adicionalmente, existen grandes diferencias dentro de los países: entre zonas rurales y urbanas, entre grupos etarios y entre géneros. En la esfera productiva hay brechas entre sectores y empresas de diferente tamaño. 

Por ejemplo, según el Reporte de Progreso y Tendencias Digitales 2023 (Banco Mundial, 2024a), los países de ingresos medios-altos presentan brechas en el uso de internet urbano y rural de 22 puntos porcentuales; las brechas de género son de 5 puntos porcentuales, y entre adultos y jóvenes son de 19 puntos. Para el caso de los países de ingreso medio-bajo, los valores son 34, 15 y 13, respectivamente. El reporte también señala, con base en la encuesta Pulso empresarial del Banco Mundial, que para el año 2022, a nivel global, la fracción de microempresas (entre 5 y 19 trabajadores) que había adoptado una solución digital era alrededor del 30 %. Entre las empresas grandes (más de 100 trabajadores) era de casi el 65 %. 

A pesar del avance presentado en las últimas tres décadas, el fenómeno de digitalización se encuentra aún en sus fases tempranas. Se anticipa una importante penetración de tecnologías digitales emergentes o avanzadas como el internet de las cosas (gráfico 1.20) y la inteligencia artificial. Por ejemplo, se prevé que el volumen del tráfico mundial de datos crezca en un factor de 2,5 para 2029, en gran parte asociado a la expansión de la tecnología de quinta generación. Las proyecciones de adopción de esta tecnología apuntan hacia un crecimiento en la cobertura del 45 % en 2023 hasta alrededor del 85 % a finales de la década (UNCTAD, 2024). 

También se espera un incremento importante del internet de las cosas (IoT, por su sigla en inglés), término que se refiere a la red de dispositivos dotados de sensores y activadores conectados a la red para recolectar y compartir datos en tiempo real. Esta tecnología facilita la automatización de procesos, el monitoreo remoto, la optimización de recursos y la creación de sistemas inteligentes que mejoran la eficiencia y la comodidad en diversos ámbitos, como hogares y ciudades inteligentes, salud, agricultura e industria, entre otros.

Gráfico 1.20 Uso de IoT

A. Dispositivos IOT con conexiones celulares

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B. Tráfico de datos móviles

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Se estima que alrededor de 39.000 millones de conexiones estarán relacionadas con IoT para 2029, en comparación con alrededor de 16.000 millones de conexiones existentes en 2023. El segmento empresarial representará más del 60 % de dichas conexiones (UNCTAD, 2024).

La automatización de los procesos productivos mediante el uso de robots es otra de las perspectivas futuras. Según la Federación Internacional de Robótica (2018), las ventas globales de robots industriales se duplicaron entre 2013 y 2017, y se espera que la tendencia se mantenga a futuro. 

Los modelos de negocio también se están transformando gracias a las mejoras en la calidad del internet mediante la reducción de la latencia entre usuarios y centros de datos, y la baja en los costos de almacenamiento de datos, lo que facilita el cómputo de nube. Esto reduce la necesidad de contar con expertos en tecnología internos y ofrece flexibilidad para la escalabilidad, cualidades especialmente importantes para pymes y de gran relevancia en América Latina y el Caribe. 

Entre 2016 y 2021 el tráfico en nube se multiplicó por un factor de 6, fundamentalmente explicado por la dinámica en Asia-Pacífico y Norteamérica. América Latina representa una muy pequeña fracción del global, cercana a 2,5 % (UNCTAD, 2019). 

Finalmente, una de las tecnologías más trasformadoras será la inteligencia artificial (IA). Según las estimaciones, la inversión mundial en empresas privadas de IA se ha multiplicado por un factor de más de 4 entre 2015 y 2019. Los Estados Unidos tienen el mercado más importante, representando más de la mitad de dicha inversión (UNCTAD, 2021).

La capacidad de los algoritmos de IA ha evolucionado vertiginosamente a lo largo del tiempo. Los parámetros utilizados en los modelos (una medida de complejidad) han crecido exponencialmente, de apenas 255 en 1955 a 1,6 billones en 2022. La adopción generalizada de esta tecnología puede impulsar un crecimiento y eficiencia acelerados, y ofrecer oportunidades para los países en desarrollo, especialmente por sus aplicaciones en los sectores de la educación, el transporte y la sostenibilidad, entre otros (Banco Mundial, 2024a).

Implicaciones para el desarrollo

Estas tendencias, sin duda, tendrán notables impactos para el desarrollo sostenible de los países de la región. 

Ámbito fiscal y de capacidades del Estado

El envejecimiento acelerado de la población generará un crecimiento importante en la demanda de los servicios de salud y cuidado al adulto mayor, mientras que un mayor número de personas alcanzarán una pensión. Ambas fuerzas impactarán las cuentas fiscales. Estimaciones llevadas a cabo en el RED 2020 (Álvarez et al., 2020) señalan que, de mantenerse los lineamientos de los sistemas de pensiones y salud, los déficits fiscales de ambos sistemas aumentarán en casi cuatro puntos del PIB en promedio para la región, únicamente como resultado del envejecimiento. A esto se deben agregar los gastos asociados al cierre de brechas de cobertura y calidad.

La descarbonización también tendría impactos fiscales importantes. Para el año 2021, por ejemplo, los ingresos fiscales originados en la industria de hidrocarburos eran superiores al 2,5 % del PIB para América Latina y el Caribe. No obstante, para algunos países como Trinidad y Tobago, Guyana y Ecuador, los valores superaban el 4 % del PIB. La cada vez menor prevalencia global de los combustibles fósiles asociada a la descarbonización supondrá importantes pérdidas en estas fuentes de ingreso. Por otro lado, la mitigación y la adaptación al cambio climático en los próximos años requerirá erogaciones fiscales significativas (ver capítulo 4). La búsqueda de nuevas fuentes de ingresos tributarios, como los impuestos ambientales o las actividades emergentes como la producción de minerales críticos para la transición energética, es un aspecto clave para dotar al fisco de ingresos. 

La digitalización del Estado, por su parte, puede incrementar las capacidades de recaudación y la eficiencia del gasto público con miras a enfrentar el deterioro fiscal de estas tendencias. Existe evidencia de que la digitalización y la automatización de las ventas y de los procesos tributarios facilita la identificación de la base tributaria, mejora el monitoreo y cumplimiento de pago de impuestos y reduce los costos transaccionales de pagar los impuestos. La misma evidencia apunta a que la incorporación de tecnologías digitales mejora la provisión de servicios públicos, al menos por tres canales: habilitando nuevas formas de entregar el servicio (ej., aprendizaje virtual), mejorando la focalización de los programas y, finalmente, mejorando la transparencia, la rendición de cuentas y reduciendo la corrupción (Nayyar et al., 2024). Por ejemplo, Laajaj et al. (2017) muestra cómo una reforma que automatizó el procedimiento de declaración de importaciones en Colombia redujo los casos de corrupción reportados.

La tecnología nos va a ofrecer unas herramientas que no conocemos, que no tenemos totalmente adoptadas en nuestros países, pero que van a ser fundamentales para mejorar la eficiencia del Estado, para mejorar la recaudación de impuestos. Esas tecnologías van a ser realmente muy útiles en darnos un salto cualitativo grande en la forma como opera el Estado.

Con base en entrevista a Mauricio Cárdenas

Hay demandas de gastar más en la transición climática, tanto en mitigación como en adaptación. Hay demandas para las necesidades sociales. Hay demandas para una población envejecida. […] Nada de eso va a desaparecer pronto. Los gobiernos tienen que dar prioridad a que se aborden estas demandas con la vista puesta en que tengan un alto impacto, ya que hacer frente a todas estas demandas agotará los recursos fiscales muy rápidamente.

Con base en entrevista a Carmen Reinhart

Tanto pensiones como salud pública en la región se ven cada vez más afectados por el envejecimiento de la población que está tomando lugar en la región a pasos acelerados y, por tanto, vamos a necesitar rediseños importantes de nuestros sistemas de salud pública que van a tener que atender una demografía distinta, con distintos problemas de salud, y eso posiblemente requiera recursos fiscales importantes.

Con base en entrevista a Augusto de la Torre

La gente no está viviendo la calidad y la longitud de vida que debería vivir en el Caribe. Y ese es un desafío enorme para nuestros sistemas de salud, para nuestro capital social, para el desarrollo de políticas humanas, y debemos hacer algo al respecto como una prioridad urgente para el Caribe.

Con base en entrevista a Karen-Mae Hill

Crecimiento económico 

Estas tendencias también tendrían repercusiones en lo que respecta al crecimiento económico, lo que, a su vez, incide en el potencial de recaudación fiscal. En el plano demográfico, la pérdida del primer bono demográfico hace indispensables ganancias de productividad como fuente de prosperidad. Afortunadamente, la expectativa de vivir más años podría incentivar un mayor ahorro privado para financiar un período más largo de retiro. Bien canalizado, este ahorro podría impulsar el crecimiento económico (a este canal se le asocia un “segundo bono demográfico”). 

La transición verde, aunque desafiante para los países ricos en hidrocarburos, ofrece oportunidades de desarrollo productivo para la región en virtud de su riqueza en capital natural. Ciertamente, la industria fósil representa un factor dinamizador de muchas economías en la región5, y con la descarbonización, esta perderá su poder de tracción. Sin embargo, los sectores asociados a los minerales que sirven de insumo a las tecnologías limpias, cobrarán relevancia. 

América Latina y el Caribe cuenta con dos de los principales productores de cobre: Chile y Perú. La región también tiene una participación muy significativa en cuanto a reservas de litio. Una de las principales reservas del mundo de este mineral está situada en el límite entre Argentina, Bolivia y Chile, región conocida como triángulo del litio. Con relación al níquel, la región tiene una participación significativa en las reservas mundiales (17 %), aunque la producción es reducida, puesto que no llega al 5 % del total mundial. Esto le ofrece la oportunidad de incorporarse a la CDV de la energía limpia. 

Dada la creciente preocupación por el ambiente, el acceso a energías limpias podría ser un determinante en la localización de empresas powershoring que buscan reducir su huella de carbono. De esta forma, se facilitaría su acceso a mercados de consumo en los países desarrollados. La región ha tenido, históricamente, una matriz eléctrica limpia. Hoy, el 57 % proviene de fuentes renovables frente al 37 % del promedio global. Y aunque es cierto que esta ventaja proviene fundamentalmente de su excelente potencial hídrico –que aún queda por explotar–, también es conocido que la región cuenta con un excelente potencial solar y eólico (Allub et al., 2024). Este potencial es atractivo para empresas, especialmente en sectores intensivos en energía, y también permitiría desarrollar una industria de producción y exportación de combustible limpio como el H2 verde. 

Hay que empezar diciendo que América Latina y el Caribe está en una posición privilegiada en el mundo con respecto a la energía eléctrica y, sobre todo, a la energía eléctrica limpia con fuentes renovables. Nosotros tenemos ese gran activo y debemos aprovecharlo porque somos capaces. Podríamos ofrecer productos de la agricultura y de la industria con baja huella de carbono porque nuestra energía eléctrica es limpia, pero tenemos que descarbonizarnos aún más.

Con base en entrevista a Mauricio Cárdenas

Por su parte, la transformación digital ha sido y seguirá siendo un importante motor de crecimiento a nivel global. En los países en desarrollo, podría implicar un salto tecnológico (leap frogging) que permita cerrar su brecha de ingresos respecto a los países desarrollados (ver capítulo 5). La digitalización incrementa la producción y la productividad al expandir los mercados y mejorar la calidad de los emparejamientos entre la oferta y la demanda; asimismo, mejora la eficiencia de los procesos de las empresas e impulsa la acumulación de capital intangible (Nayyar et al., 2024). La digitalización, y en particular la IA, puede tener un impacto significativo en la economía mediante nuevos descubrimientos e invenciones, reconfigurando la naturaleza del proceso de innovación, investigación y desarrollo (Cockburn et al., 2019). Finalmente, la transformación digital puede promover una reconfiguración de las cadenas globales de valor. Por un lado, la automatización puede reducir las ventajas del acceso a mano de obra barata; por el otro, las nuevas tecnologías digitales reducirán los costos de coordinación, monitoreo y comercio, promoviendo la descentralización de la producción y la conformación de cadenas de valor (Estevadeordal et al., 2024).

Para aprovechar las oportunidades de crecimiento que brinda la transformación digital, la región debe estar preparada. Estevadeordal et al. (2024) propone ocho indicadores para evaluar el grado de preparación6. Los datos muestran que América Latina y el Caribe tiene un rezago considerable respecto a la OCDE en múltiples dimensiones. Estas brechas son particularmente amplias en la importancia del comercio de servicios entregables digitalmente y la preparación del capital humano, así como en indicadores asociados a los marcos de política: la ciberseguridad y la promoción gubernamental de la inversión en tecnologías emergentes. Asimismo, los resultados de las variables de desempeño logístico y conectividad móvil reflejan desafíos persistentes de infraestructura y logística, que limitan las oportunidades de aprovechar el potencial de facilitación del comercio de la tecnología digital.

Gráfico 1.21 Preparación para aprovechar las oportunidades de crecimiento que brinda la transformación digital

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Mercado laboral, desigualdad e inclusión

Los cambios demográficos impactan la oferta de trabajo. El incremento de la esperanza de vida, por ejemplo, puede ampliar la vida laboral de las personas. Por su parte, la reducción de la fecundidad favorece el incremento de la participación laboral de la mujer y una mayor inversión en capital humano por descendiente. 

Una de las grandes preocupaciones es el impacto que estas tendencias puedan tener en el empleo. La transformación verde implica que algunos sectores se reduzcan y otros se expandan. Se espera que esta reasignación sea intensa, toda vez que existen estimaciones que sugieren que al menos un 70 % de la oferta laboral está en empleos no verdes y, por ende, corren el riesgo de reducirse con la descarbonización de las economías (Allub et al., 2024). Esta reasignación se complejiza por el hecho de que los empleos verdes demandan habilidades diferentes a los no verdes. 

Un fenómeno similar ocurre con la transformación digital y, en particular, con la automatización de los procesos productivos. Una primera pregunta es si la automatización reduce o incrementa la demanda de empleos. En primer lugar, la automatización de ciertas tareas y procesos llevados a cabo habitualmente por personas reduciría la demanda de trabajo. Por otro lado, la automatización puede incrementar la productividad del trabajo y, por esa vía, la demanda de este para tareas no automatizables. Asimismo, las tecnologías digitales pueden crear nuevas tareas, incrementando la demanda de trabajo (Acemoglu y Restrepo, 2019). 

La transformación digital también puede afectar la demanda de trabajo por un incremento general en la demanda de bienes y servicios. Las nuevas tecnologías reducen los precios, mejoran la calidad de los productos, permiten una mayor personalización e incrementan la velocidad de entrega. Si la demanda aumenta lo suficiente debido a estos procesos, el empleo crecerá, aunque la mano de obra requerida por unidad de producción disminuya (Bessen, 2017).

No creo que alguien pueda predecir con precisión cómo se va a ver afectado el mercado de trabajo a nivel local, regional e internacional como resultado de este proceso de rápido cambio tecnológico, de digitalización y ahora con la expansión muy importante de herramientas conectadas con la inteligencia artificial. Los economistas sabemos que ciertos cambios tecnológicos desplazan algunos empleos y a veces los destruyen. […] Lo que creo que va a ser vital para América Latina es su capacidad de adaptarse a los impactos de este gran cambio tecnológico, por ejemplo, de la inteligencia artificial y la digitalización en el mercado de trabajo.

Con base en entrevista a Augusto de la Torre

La evidencia sugiere que la adopción de las TIC asociada a la primera ola de digitalización no ha reducido el empleo agregado en las economías avanzadas. Los pocos estudios empíricos sobre las economías en desarrollo concluyen, en términos generales, que el efecto neto en los empleos ha sido positivo, aunque con diferencias según el tipo. La evidencia sobre los efectos de los robots no se ha consolidado. Algunos estudios encuentran que la robotización reduce la tasa de empleo (Acemoglu y Restrepo, 2020) pero otros (Jäger et al., 2016) encuentran que la penetración de robots industriales no ha tenido, hasta ahora, efectos directos (Nayyar et al., 2024). 

Una pregunta relacionada tiene que ver con la hipótesis de polarización. Esto es, si la mayor parte de las tareas automatizadas se encuentra en los empleos de la parte media de la distribución de habilidades, la automatización llevaría a una reducción de la fracción de empleos en este segmento, pero habría, en consecuencia, un incremento en la fracción de empleos de alto y bajo nivel de habilidades. Existe evidencia de esta hipótesis en el mundo desarrollado, pero no se verifica, al menos aún, en los países de la región (Berniell et al., 2016, Álvarez et al., 2020) ni en otras economías en desarrollo (Molina y Maloney, 2019). 

Una consecuencia de la polarización del empleo es el aumento de la desigualdad. Mientras que los trabajadores altamente calificados se ven beneficiados por la tecnología, puesto que complementa sus habilidades, los trabajadores de calificación baja pueden sufrir una reducción de sus ingresos, en parte por el desplazamiento de trabajadores de calificación media a empleos de menor calificación (Álvarez et al., 2020). 

Asimismo, el cambio climático también tiene implicancias sustantivas para la desigualdad y la pobreza. El incremento en la frecuencia e intensidad de eventos climáticos extremos, como sequías e inundaciones, afectan más fuertemente a los más pobres, convirtiéndose en un factor que amplifica la desigualdad (capítulo 4). La revisión de subsidios y tarifas de bienes energéticos que demanda la descarbonización afecta los precios de la energía con potenciales implicaciones distributivas. A la vez, el avance tecnológico ha abaratado las fuentes de energía solar y eólica, lo que, dadas sus características de escala, puede favorecer el cierre de acceso a electricidad en zonas remotas. En esta misma línea, la digitalización ha mostrado ser un potente instrumento para la inclusión financiera, especialmente de los hogares en zonas remotas (Nayyar et al., 2024).

Notas al pie

  1. Este indicador se construye como el cociente entre la fracción de personas mayores de 65 y menores de 15 años, y la fracción de personas entre 15 y 65 años. Refleja inversamente la importancia relativa de la fuerza laboral.
  2. Este bono demográfico se entiende como el potencial crecimiento del consumo per cápita originado en el cambio de la estructura de edades de la población, dada la productividad del trabajo.
  3. La migración es un tercer fenómeno que puede cambiar la estructura de edades de la población, dado que los migrantes suelen ser, en mayor proporción, personas en edad de trabajar. La capacidad de la migración de afectar la estructura de edades depende de qué tan importante sea el flujo migratorio como proporción de la población. En esta métrica, destacan países como El Salvador, Uruguay, Paraguay y Venezuela. Los datos presentados en los gráficos de proporción de adultos mayores y de tasa de dependencia incorporan los efectos de las migraciones esperadas. Las migraciones juegan un rol cuantitativamente moderado en el fenómeno de envejecimiento acelerado destacado en este apartado (ver Álvarez et al., 2020).
  4. Las tecnologías digitales –esto es las herramientas, sistemas y artefactos que permiten generar, almacenar, transmitir y procesar información en formato digital– incluyen un amplio espectro de herramientas. Una primera generación incluye las computadoras y sus componentes, y, posteriormente, el Internet y las TIC. Ambas tecnologías han sido trasformadoras. Lo mismo se espera de las “nuevas” tecnologías digitales, entre las que podemos citar el internet de las cosas, la robótica, la inteligencia artificial y el machine learning, el big data, el cloud computing, las plataformas digitales, el blockchain y la impresión tridimensional.
  5. En América Latina y el Caribe (ALyC) los sectores energéticos aportan en su conjunto aproximadamente el 4,6 % del valor agregado (VA); en los países de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), proporcionan menos de un 2,5 %. Si se quita la electricidad, los sectores energéticos de base fósil representan el 2,8 % del VA en ALyC y aproximadamente el 1 % en la OCDE (ver Allub et al., 2024).
  6. El trabajo en cuestión se forma de un conjunto de siete trabajos de investigación, resultado de una cooperación entre CAF y el Instituto de las Américas de la Universidad de Georgetown, para explorar oportunidades de inserción en cadenas globales de valor para los países de la región.